Julia Alvarez Iguña

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Lic Julia Alvarez Iguña

Vida Cotidiana

Psicología on Line

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Psicología aplicada al Golf

Motivación y objetivos: Soberbia o Perseverancia


El año va terminando. Los campeonatos llegaron a su conclusión. Las copas se levantaron, los aplausos se acallaron y ya todo vuelve a su total normalidad, a la quietud.

Fue un año duro. Algunos ganaron, otros perdieron, ninguna competencia se jugó con las cartas marcadas, y hubo que aprender a sostener tanto el éxito como la derrota. El deporte siempre te da revancha y es importante poder detenernos a pensar acerca de cuáles serán las cartas que utilizaremos el año que viene, para evitar que el azar nos domine y someta a un futuro sin posibilidad de elección.

Para todas las personas, y en especial para los deportistas, proponerse metas es una herramienta muy eficaz al comenzar una nueva etapa, un nuevo año. Luego de cerrar un ciclo, una pretemporada, es bueno poder detenernos a pensar y plantearnos cuáles serán los objetivos a cumplir en el próximo ciclo deportivo.
Deporte sin motivación, no es deporte.

La vida es un eterno aprendizaje. Las personas se diferencian por sus conductas, por sus valores, por las expectativas de éxito o la resignación al fracaso. Los objetivos son los que nos hacen avanzar. Son a los que nombramos y les ponemos piernas, garra y corazón para correr tras ellos. Los objetivos son los que diferencian a las personas y por ende a los jugadores: algunos prefieren vivir en la comodidad, otros en la inmediatez, algunos caen ante el primer obstáculo, algunos son líderes, otros seguidores. Algunos llegan primero con perseverancia y mucho esfuerzo, otros pierden el puesto por soberbia, todos parten en la carrera pero solo algunos llegan.

Muchas veces aprendemos en la vida con ejemplos acerca de mitos, leyendas, historias, fábulas. Por eso recurrí esta vez a una breve historia para ilustrar dos diferentes ejemplos de motivación.

Las fábulas son cuentos breves donde los personajes, casi siempre animales que presentan características humanas como el habla y el movimiento, concluyen con una enseñanza llamada moraleja.

Esopo, un griego de aquellos que la Antigüedad nos brindó, fue uno de los más grandes fabulistas que relataba sus historias personificando animales. Asimismo, Aristóteles utilizaba fábulas y las consideraba como un elemento importante a la hora de persuadir a sus oyentes. Éste es un buen ejemplo para ser tomado por muchos entrenadores y profesores a la hora de profundizar sobre temas centrales del deporte, por medio de un cuento relatado de una manera sencilla, amena y divertida, demostrando aspectos centrales y claves en varios temas de la vida, destacando como en este caso la importancia del esfuerzo y la perseverancia en la obtención de metas.

Pues bien, comencemos a relatar una de sus más célebres fábulas la llamada “la tortuga y la liebre”.

En el mundo de los animales vivía una liebre muy orgullosa. Ante todos decía que era la más veloz, por eso, constantemente se reía de la lenta tortuga diciéndole: ¡Eh, tortuga, no corras tanto que te vas a cansar de ir tan de prisa! Un día la tortuga retó a la liebre a una carrera para ver quién era la más rápida. Eligieron una ruta y comenzó la competencia. La liebre arrancó a toda velocidad y corrió enérgicamente durante algún tiempo. Confiada en su ligereza y al ver que llevaba mucha ventaja, decidió sentarse bajo un árbol para descansar un rato ya que le sobraba demasiado tiempo para ganarle a la lenta tortuga. Comenzó a distraerse con los distintos elementos del paisaje, saltaba, se divertía con animales del bosque haciendo halagos de sus habilidades. La tortuga, que andaba con paso lento, la alcanzó tan rápido como pudo y pasito a pasito, la superó terminando primera y declarándose vencedora indiscutible.

Moraleja: el éxito no se mide solamente por la potencia física. La dirección y la energía que ponemos en alcanzar la meta la ponemos nosotros mismos por medio de nuestra voluntad. Me hace acordar a un gran dicho que decía: Somos herederos de un pasado o hacedores de una historia. Si no nos apartamos de nuestro objetivo, el éxito nos estará esperando tarde o temprano. La tortuga no se desesperaba, llegó con sus propias fuerzas, confiaba en su propia voluntad sin distraerse en el camino. Los lentos pero perseverantes alcanzan el éxito. La tortuga perseveró en su esfuerzo, mientras que la soberbia liebre, creyéndose superior utilizó su tiempo de acuerdo a su comodidad, creyéndose que era superior. Su objetivo no era demostrarse ser mejor, sino poder demostrarles cuan superior era. Esa falsa motivación provocó que cayera en un pesado cansancio dejando a la lenta tortuga llegar primero. Si se hubiera centrado en la competencia, no se hubiera distraído en el camino, con los distintos estímulos que aparecían a su alrededor. La liebre reconoció su error al subestimar a la tortuga. Se dio cuenta de su soberbia y errónea sobreconfianza. A las personas que cancherean, hay que dejarlas cancherear, solitas se van a dar cuenta de su falso rol.

Cuando hablamos de una persona motivada, centrada en objetivos, estamos hablando de alguien competente, que no necesita demostrar que es el mejor, sino que centra sus esfuerzos en sus fines, no pierde tiempo midiéndose con el rival.

Preocúpate más por tu conciencia que por tu reputación.
Porque por tu consciencia eres lo que eres,
y por tu reputación eres lo que los otros piensan de ti.
Lo que los otros piensan de ti, es problema de ellos

Si bien Esopo no contó esto, podemos deducir un nuevo desafío.

La liebre, al realizar sus errores, desafió nuevamente a la tortuga. Esta vez corrió sin alejarse del camino alcanzando el triunfo esperado, demostrando que los rápidos y concentrados pueden vencer a los constantes y perseverantes. Cada uno a su tiempo llegara a sus objetivos.

Pero continuemos con la historia...

Tras ser derrotada, la tortuga reflexionó y llegó a la conclusión de que no había forma de ganarle a la liebre en velocidad, pero si en alguna otra habilidad. Por eso la desafió pero compitiendo sobre una ruta distinta. La liebre aceptó y corrió a toda velocidad, hasta que llegó a un ancho río. Mientras la liebre, que no sabía nadar, se preguntaba "¿qué hago ahora?", la tortuga nadó hasta la otra orilla, continuó a su paso y terminó en primer lugar.

Moraleja: Quienes conocen sus habilidades competitivas (saber nadar) pueden aprovechar las dificultades del otro a favor propio. Si tu rival está distraído, se cree superior, se pelea con el referí, está nervioso por el resultado, se pasa de revolución, se angustian, etc., sabe sacar tu ventaja deportiva para pasarlo por encima con inteligencia y perseverancia. Deja de lado tus emociones, simplemente actúa.

El tiempo pasó, y tanto compitieron la liebre y la tortuga, que terminaron haciéndose buenas amigas, reconocieron que eran buenas competidoras y decidieron repetir la última carrera, pero esta vez corriendo en equipo.

Primero, la liebre cargó a la tortuga hasta llegar al río, luego la tortuga nadó cargando a la liebre hasta la orilla y nuevamente la liebre cargó a la tortuga hasta la meta llegando en tiempo récord, logrando un mayor rendimiento y satisfacción que la obtenida con sus logros individuales. Me hace recordar a una palabra importantísima: Unión y cohesión grupal.


¿Cuál es la moraleja de esta parte de la historia?

Es bueno sentirse un buen deportista con grandes habilidades personales. Pero para buenos resultados en equipo, debemos aprender a trabajar unidos y potenciar recíprocamente las habilidades de cada uno. Siempre existirán situaciones para las cuales no estamos preparados y que otras personas saben manejar mejor.

La liebre y la tortuga también nos brindan otra lección vital: cuando dejamos de competir contra un rival, para demostrar quien es mejor que el otro y asegurar nuestra autoestima, y comenzamos a competir contra una situación, un desafío personal, integrando en un todo capacidades individuales y grupales, compensamos y prevenimos defectos, potenciamos nuestros recursos... y obtenemos mejores resultados.

“Más vale disciplina, humildad y perseverancia, que orgullo, sobremotivación y descuido”.

“La lentitud y constancia premian el esfuerzo en los objetivos. La perseverancia vence en rapidez a la habilidad sin disciplina".

El año va cerrando sus puertas pero debemos prepararnos para otras nuevas que se abrirán el año que viene. Es un buen momento para recapacitar por los momentos vividos con tanta intensidad, para poder encauzar nuestros esfuerzos en nuevos y ansiados desafíos, en dedicar nuestras energías en diferentes estrategias de motivación y refuerzo, y sobretodo decidirnos a luchar y actuar de forma inteligente por nuestro éxito personal y grupal.

Son muchos los que, tras un impulso o motivación inicial y después de duros períodos de esfuerzo y dedicación, ante el mínimo error piensan que tirar la toalla es la mejor solución.

Es necesario recordarnos que la constancia, el trabajo diario y la visualización de nuestro objetivo es uno de nuestros mayores retos y, si en lugar de buscar respuestas en los demás, nuestra mente sabe por qué lo hacemos, será mucho más fácil continuar. Una buena posición deportiva, un difícil examen, el logro de una posición laboral, es igual que una carrera de fondo. Para llegar a la meta como para lograr una buena marca se necesita un trabajo previo marcado por la disciplina, la constancia, la perseverancia y la voluntad. Y si luego de varios intentos no sale lo esperado, al menos tendremos la satisfacción de haberlo intentado y de haber trazado el camino sabiendo que el objetivo está para que en cualquier momento sea cumplido.

Si quieren ver la historia acá esta: Creo que por más que sea un cartoon es muy ilustrativa. Es más importante la enseñanza que la manera como es presentado



Yendo a otro ejemplo, encontramos una gran lección de perseverancia en las palabras de Rocky Balboa

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