Julia Alvarez Iguña

Julia Alvarez Iguña
Lic Julia Alvarez Iguña

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Psicología aplicada al Golf

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Neurociencias. Conociendo el mecanismo del estrés.


¿Por qué las cebras no tienen úlcera? es el título del libro de Robert Sapolsky, científico y escritor estadounidense, profesor de Stanford, en el cual explica, cómo el estrés influye en el comportamiento humano, y para una mejor comprensión del tema, lo compara al mecanismo animal. Ante situaciones de peligro, los animales sienten miedo, y descargan componentes químicos, que lo preparan para la lucha o la huida. Para un mamífero, ésta situación significaría:

a) te van a comer en los próximos dos minutos, o,
b) estás a punto de comer una presa.

Correrá para salvarse, o correrá para atraparla, pero al poco tiempo, se olvidará del hecho, para volver a su equilibrio anterior (homeóstasis), donde no queda registro de lo sucedido.
Pero este mecanismo no sucede igual en los seres humanos, ya que, ante un posible peligro, entra en juego el pensamiento, y a los seres humanos, “nos encanta demasiado pensar”. En el deporte, en la vida, siempre está presente el miedo. El miedo es una emoción adaptativa, que nos previene de posibles amenazas. A veces, se dispara sin un riesgo inminente, ya que basta con que creamos que algo va a pasar, para que se disparen sustancias químicas y hormonales específicas que activan el sistema nervioso, acelerando el ritmo cardio-respiratorio, para obtener la energía necesaria para salvar la vida al huir de la situación de peligro.
El ser humano es no tolera la incertidumbre. Y es por eso que vivimos continuamente interpretando la realidad. Le damos mil y una vueltas a las situaciones que están a nuestro alrededor, llegando a imaginar el peor de los escenarios posibles.
Los episodios cortos o infrecuentes de estrés representan poco riesgo. Pero cuando las situaciones estresantes se suceden sin resolución, el cuerpo permanece en un estado constante de alerta, generando un desgaste fisiológico en el organismo, con síntomas de fatiga o daño físico, disminuyendo la capacidad recuperación. Como resultado, el e prolongado de estrés, aumenta el riesgo de lesión o enfermedad.

Para lograr su objetivo, la cebra, no se puede distraer. Debe estar muy atenta a todo lo que le rodea, qué camino escoger, hacia qué lado correr, porque con ella va la vida.
Lo mismo debería suceder con las personas, en este caso los jugadores. Estar atentos para realizar una acción, de la mejor manera posible, dejando de lado los pensamientos, y cualquier otra interpretación, porque con la distracción y el miedo, no se le ira la vida, pero sí, se le va el resultado.

Julia Alvarez Iguña







Las presiones externas de los Pumas


Históricamente la competencia jugó un rol importante en la evolución del deporte. La competencia demuestra lo mejor de cada jugador, sus habilidades como así también sus debilidades y limitaciones.

En este nuevo torneo, muchas presiones externas tiene que sobrellevar el equipo, entre ellas el hecho de que todas las miradas de un país estén posadas sobre ellos. Este es un factor que juega en contra. No sólo existe la presión de ganar, sino también la presión de no defraudar; tensión que no sólo comienza con el primer silbato, sino ya antes de salir a la cancha, ya que el jugador se siente desbordado por distintos conflictos opresores. Sabemos que “presión” es el desequilibrio existente entre las demandas externas, y las respuestas internas que el sujeto puede dar en ese momento particular. Significa exigirle al jugador más de lo que puede dar, pero ¿para quién?  Para el país, para su equipo, por el resultado, por finalizar dentro del estándar permitidos por ellos mismos.

Se podría establecer cuáles son las metas de este nuevo campeonato. ¿Cómo podemos afirmar si un equipo fracasa o no? Eso lo definirá el cumplimento de objetivos. Se pueden tener varios. Salir primero, buscar una posición, o mejorar el trabajo individual y grupal entre otros. Todos quieren ganar, pero solo uno lo hará. Los rivales son difíciles y para mantener la motivación y seguridad de equipo es bueno establecer otro objetivo secundario.

Recuerdo una vez entrenando un equipo y bajo presión, se había establecido como meta solamente pensar en hacer tres tries. Esto se cumplió y la sensación vivida fue como si se hubiera ganado el partido. Este establecimiento de metas, se relaciona con los ideales. Durante este proceso, la persona va accediendo a estados más complejos y "mejores" que los anteriores, con la certeza de que pueden cumplir , y que se puede ir por más. En este caso se desplaza el pensamiento del resultado por otro, en este caso los tries. Al dejar de lado los números, se juega más tranquilo, y por decantación el resultado viene solo.

En este nuevo desafío entrarán en juego, no solo las habilidades técnicas, físicas y tácticas, tantas veces practicadas, sino también la capacidad de afrontación ante las dificultades que se presenten. Es en este aspecto es donde sobresaldrá el aspecto mental y emocional de cada equipo. Ante la mínima falta, lo relevante será cómo se reacciona, se enfrenta y se tolera. En un partido, continuamente se va alternando por distintas situaciones, de una vivencia de poder a una de impotencia, de triunfo a fracaso, de ataque a defensa, de éxito a derrota, de estar arriba a estar abajo. La presión va continuamente cambiando de lugar. Cuando un país espera mucho de su equipo, cuando se decae ante los primeros resultados, esto lo perciben los jugadores generando un efecto inhibitorio donde el foco de atención se encuentra dividido entre el exterior y el juego, entre lo que “quieren” por lo que “deben”.
Se deben deponer los sentimientos y las emociones para otro momento. A la cancha no se sale a hacer catarsis, ni a demostrar quién es el mejor, ni a “jugar por un sueño”. Se sale por lo que tanto se ha entrenado, vivido y sufrido durante estos meses. La presión en el deporte siempre está presente. El nerviosismo seguro va a existir y es totalmente esperable, la diferencia estará en quien lo tolere mejor.

Sun Tzu en su libro 'El arte de la guerra' decía que “La guerra no se gana solo en las trincheras, o desde el aire con refinados y sofisticados sistemas de armas automatizadas; hay que ganarla también en las mentes de la gente, tanto en el bando propio como en el enemigo” y es totalmente aplicable al deporte. Si bien el objetivo de la guerra es matar, el objetivo del deporte es el control del pensamiento y la conducta de las personas. Esta especie de guerra psicológica la vivirán en su partido contra los All Blacks, quienes despliegan una  inteligente estrategia cuyo fin es poner distancia y atemorizar al rival, por medio de la utilización de su conocida danza del Haka.

Solamente el hecho de estar presente en el Rugby Championship ya es todo un logro. Es un principio para ir creciendo y consolidarse. Por algo están ahí, no es por casualidad, ni por suerte, ni porque alguien lo ha decidido a dedo. No dejemos de reconocer todo lo hasta acá logrado. Ya estamos compitiendo con los mejores. Esta fue y “es” la meta. En mejorar cada encuentro, cada partido. No desde la crítica y los bajones de ánimo, sino siguiendo hacia adelante y en mejorar cada día.

Lic. Julia Alvarez Iguña
Psicología aplicada al Alto Rendimiento

¿Existe la presión o nosotros la creamos?


La presión es un producto de nuestra imaginación donde proyectamos una situación imaginaria y temerosa del futuro que depende de un resultado. La presión conduce a una disminución de la capacidad de los recursos disponibles de memoria, los que a su vez tienen una influencia negativa en el rendimiento cognitivo.

Hay situaciones donde las preocupaciones por el resultado compiten y restan energía cerebral en la memoria a corto plazo. Si esta memoria se concentra en la ansiedad, en aquello que puede suceder relacionada a situaciones y experiencias dolorosas vividas en su historia personal o deportiva, esa presión, por no volver a repetir lo que no se tolera impide que la persona recaude toda la información necesaria y almacenada en el cerebro ante una tarea o evaluación difícil. Son situaciones donde la percepción recae en el compromiso del Yo. La excesiva presión también afecta la capacidad de la memoria para concentrarse ya que posee una influencia negativa en el rendimiento deportivo.

Nos debemos ocupar de la realidad, no de la fantasía. La fantasía es un producto de nuestra imaginación, así como las expectativas y la presión. A menudo poseemos una alta expectativa de juego que tratamos de cumplir, expectativas relacionadas también a la fantasía. Generalmente los jugadores piensan que lo más importante es ganar, subir la clasificación, subir en la posición de la división, obtener un premio, etc. Sin embargo, ése es el camino equivocado. Se centran en el resultado y no en el proceso.Ganar nunca es seguro, la incertidumbre siempre está presente. Ella es la que desencadena la angustia. ¿Cómo podemos estar seguros de nuestra capacidad si dudamos de ella ante diversos y posibles resultados? ¿Somos o no somos buenos? Si no tenemos control sobre lo que queremos, el afuera triunfa sobre el adentro. Siempre hay un espacio entre lo que queremos hacer y lo que podemos lograr. Ahí es donde se introduce la preocupación, la duda. Para ello no debemos formar ninguna imagen acerca del resultado. Ante una situación de presión preguntate: ¿Por qué estoy magnificando esta situación? ¿Cuál es el peligro temido? ¿Que pierda, que hablen de mí, que no me consideren?

Tratá de concentrarte en lo que estás haciendo. Si es una jugada para ganar, simplemente es una jugada más, no pensés si es para ganar o perder. Si tenés un penal, un gol, un putt de golf para cerrar un partido, no te centres en ganar, concentráte en jugar, en el tiro. Muchos de nosotros no tenemos la disciplina mental necesaria para mantener nuestra atención durante un período prolongado. Nos distraemos con facilidad y el cerebro humano sólo tiene la capacidad de concentrarse en una única cosa la vez. Tu atención está focalizada en lo que tenés que hacer o está desviada del proceso de la acción.

¿Cómo podemos no pensar en la presión? La respuesta es sencilla, pensando en otra cosa. Si te centrás siempre en pensar en algo negativo, lo más probable es que pienses en ello aún más. Si te digo no pienses en la palabra VERDE, la única manera de dejar de pensar en el VERDE es pensando en el AZUL. Lo mismo sucede con tus pensamientos. Si siempre te evaluás con el posible fracaso, siempre estará ahí presente. Para ello aprendé a pensarte de manera positiva. Cuando te sentís seguro, las cosas salen solas ya que la concentración y la seguridad forman parte de tu juego y a medida que tus logros se van repitiendo te sentirás más seguro a realizar más intentos de dominio.

PRESIONES Y MANDATOS DE LOS PADRES.






Los padres juegan un rol muy importante en la formación deportiva de sus hijos, ya que ambos aprendizajes serán luego internalizados, y desplazados a formas de ser y conducirse entre el micromundo del niño, y el macromundo de la sociedad, de acuerdo a la cultura y los valores predominantes de cada familia.

El deporte es un formador en la subjetividad del niño apoyado por la presencia, palabra y ejemplo de sus padres.

 Un padre que juega con sus hijos, más allá del placer del juego, le enseña a incorporar un modelo de vida basada en valores propios de reconocimiento, ayuda a desarrollar habilidades y, al mismo tiempo, le enseña ante el error, a continuar con el juego y no romperlo por medio de su capacidad de recuperación fortaleciendo la tolerancia al error.

Cuando el padre busca espejarse en el hijo campeón, queda en un lugar idealizado con terribles demandas para el jugador. Muchas veces, los hijos son una provisión narcisista de padres con una muy baja autoestima, donde viven de acuerdo al reflejo que reciben de sus hijos. Desde ese lugar, parafraseando a Freud, “Your majesty, the Fathers”, parecen disfrutar de todo el prestigio alcanzado por sus hijos en el deporte, tratando de renovar la reivindicación de privilegios, abandonados desde hace tiempo para sí mismos. “Mi hijo es insuperable, un gran profesional ¿vos lo conoces no?”. Son muchos los profesionales que han dejado el deporte ante la insoportable presión de sus padres.


Muchos, en el camino a la excelencia, no llegan porque dudan de sí mismos, no valen por lo que son, sino por los ideales puestos en juego de lo que tendrían que ser. Podríamos también nombrar hijos de importantes profesionales, a quienes les es muy difícil lograr correrse de esa sombra de apellido famoso, que pesa, molesta, sofoca, no dejando al jugador jugarse por su propio destino.

Un jugador debe jugar y ser responsable de sus propias acciones y no debe jugar por temor a la autoridad, sino basada en su propia conciencia moral e ideales de vida. Para los padres ver la verdad de los hijos, si son buenos o malos jugadores, muchas veces es verse a sí mismos, y eso cuestiona el ego de cada padre.
Muchas veces al jugador le produce tanto miedo cometer errores, que antepone el deber al placer del juego, presionando y tensionándolo en demasía.

Esto es muy difícil de sostener, sobre todo cuando se trata de largas competencias, ya que ni su cuerpo ni su mente descansa, como por ejemplo, en los profesionales de tenis o de golf, que deben sostener partidos de más de cuatro horas.
En el momento que uno permite que se entrometan estos pensamientos y obligaciones que parecen salir de la nada, cometen terribles errores, yéndose del partido con resultados negativos de juego. Cuando el Yo tiene que enfrentar su debilidad se sumerge en la angustia, y ante el miedo por no cumplir, pierde su estabilidad y concentración frente al cierre.

En toda competencia hay una puesta en escena del deseo de un jugador, quien busca una hazaña que cumplir para alcanzar un objetivo, su objetivo. Ésta es la fortaleza mental de poder focalizarse en los fundamentos del juego, y no en los fundamentos de los otros. Pero mientras más atrapado esté en su historia infantil, mientras más alienado su deseo, tratando de demostrar el papel de héroe, o de figurar y ser reconocido, más difícil será poder llegar al sueño anhelado.


Ante las presiones, si no jugamos de acuerdo a nuestros ideales, surge la culpa, y si no jugamos de acuerdo a las expectativas de los otros, la vergüenza. Si bien vergüenza y culpa son tomadas como sinónimos, en verdad son diferentes: la vergüenza es un afecto atribuido a no cumplir con los objetivos del ideal, mientras que la culpa surge por no cumplir de acuerdo a las demandas del Superyo, o sea, las voces internalizadas del los padres. Para ello se debe “controlar” positivamente las emociones, o re-direccionarlas de manera que no influyan negativamente en tu gesto deportivo.
A veces estamos tan ocupados en llegar a la meta (¿de quien?), que nos olvidamos de jugar. Podré ser bueno en esto, podré llegar a la posición que anhelo, pero dudo de mí mismo. Todos esos “deberías” y “tendrías” ya han pasado, eran acciones para demostrar a los padres y no perder su cariño ; ahora es tiempo de poder demostrarnos a nosotros mismos nuestras fortalezas, jugar sin miedo, salir a jugarte por tu deseo.

Palito Fidalgo, entrenador de tenistas de la talla de Gabriela Sabatini, solía decir: “Hay que desmitificar el ranking. Ganar o perder es una contingencia del juego. Si te toca ganar ganá; si te toca perder, perdé. No te pongas muy contento si ganás ni muy triste si perdés, porque siempre vas a ganar y a perder”.

Perder no es un drama. Debemos aprender perder en la vida. El que no sabe perder no sabe ganar y debes poder encontrar la respuesta a las preguntas: ¿Quién soy Yo? ¿Qué valor tengo y porque valores me juego?

Muchas veces estas respuestas surgen de una fantasía innata entre nuestro Yo y el Superyo y nos acompaña durante toda la vida. Para ello debemos hallar nuevos  significativos a los viejos aprendidos, lo que señala el poder de la persona sobre sí misma. Cuando estos pensamientos entran en conflicto, nuestro Yo debe actuar de manera reguladora y como juez de nuestras propias decisiones.
Tu Yo es el que debe prevalecer y actuar como arbitro ante decisiones de duda y evaluación.

El Miedo: El enemigo número uno

Muchos me escriben preguntándome como pueden hacer para reponerse ante situaciones negativas en un partido. Sería muy fácil poder enviarles numerosas rutinas y técnicas para recuperarse, en muchas de mis columnas hay varias de ellas, pero de nada servirían si no empiezan a entender qué es lo que sucede en nuestra mente y porqué reaccionamos de manera negativa.

De nada valdría que un paciente fuera al médico y le dijera que le duele mucho la cabeza, y éste te diera una aspirina, cuando lo que hay que averiguar es por que te duele. Este ejemplo es válido para nuestro tema. De nada serviría una técnica sin conocer el origen de ese miedo.

Pero volvamos al tema de la respuesta ante lo negativo. Casi todos hemos escuchado: “Tengo que ser más positivo”, “Me presiono mucho en el juego" “Tengo miedo a tacklear, a que se me caiga la pelota”. Todos estos son comentarios que ya los hemos escuchado y nos lo hemos dicho miles de veces, pero qué es lo que pasa cuando suceden estas cosas. ¿Cómo enfrentar los miedos, las presiones y las tensiones que surgen en una competencia?
Empecemos por definir qué es el miedo.



El miedo es una emoción universal y necesaria provocada ante una percepción de riesgo. Ante un peligro real, tomamos medidas defensivas con el fin de esquivar o evitar el objeto o situación displacentera como manera de cuidarnos. Como el cerebro no distingue si lo que pasa es real o imaginario, en el juego y ante una situación de alarma, reaccionamos a través de conductas como la lucha, la huida o la inhibición. Para prepararnos para estas acciones, nuestro cuerpo segrega una serie de hormonas, llamadas “hormonas del estrés” que provocan una serie de cambios en nuestro cuerpo para facilitar dicha respuesta. Estos son:

• Una mayor tensión muscular que nos permitiría luchar o huir.

• Aceleración del sistema circulatorio y respiratorio (epinefrina).

• La digestión se detiene para no utilizar energía que necesitan otros lugares del cuerpo, como los músculos.

• Consumimos la energía muscular, ya que ante situaciones de alarma se libera cortisol en sangre y para asegurar su aporte al cerebro lo toma de otros órganos.

• Aumento de adrenalina: La mente aumenta el estado de alerta y los sentidos se agudizan.

La emoción básica del miedo genera emociones relacionadas, como la ansiedad y la angustia. Cuando nos hallamos en situación de amenaza, nos sentimos nerviosos, inquietos y con frecuencia no nos atrevemos a decir francamente que sentimos miedo, ya que dentro de nuestra cultura se rechaza considerar esta sensación; más aún en la cultura del deporte y en el espíritu del rugby. Ante la aparición de estos sentimientos los reprimidos, donde se automatizan las conductas reaccionando siempre de la misma manera, lo que con el tiempo es más difícil de resolver.

La ansiedad es una vivencia de temor ante algo difuso, vago, impreciso, que puede suceder. Comparte con el miedo la impresión de temor, pero a diferencia de éste, el miedo se produce por algo, en la angustia o ansiedad se produce por nada.
De allí podemos definir que el miedo es temor a un objeto presente, un rival, dolor en una lesión, a un tackle fuerte, mientras que en la angustia, es un temor impreciso carente de objeto, a algo que puede llegar a suceder, dando lugar a la desconfianza como anticipación de lo peor; por ejemplo: el resultado, ser sacado de un partido, a lesionarse o volver a lesionarse, a jugar mal, a perder.

Una de las cosas que menos tolera el ser humano es la incertidumbre. Nos movemos en un mundo de certezas, por eso muchas veces suele suceder que por miedo al error surja la ansiedad ante el resultado imprevisto. El hombre aprende de hechos y situaciones pasadas y por eso también tiene capacidad para prever peligros que se presentan en la cancha. Todo esto está referido a desencadenantes internos construidos por recuerdos, ideas, pensamientos de ejecuciones pasadas, que actúan como estímulos y que debemos conrolarlos. De ahí la importancia de reconocerlos y trabajar sobre ellos, saber por qué se originan, ante qué circunstancias, en qué momentos. Los miedos aumentan a mayor presión y disminuyen a mayor confianza. Acordémonos que reaccionamos ante presiones externas o internas. ¿cuáles son las situaciones que te ponen más nervioso?

El deporte implica pasar por momentos de desafíos, de tensión, de nerviosismo; pero ¿qué es lo que pensamos ante esas situaciones, cómo reaccionamos?Siempre existe la posibilidad del error, de lo imprevisto. Sabemos que el juego perfecto no existe. Esta percepción influye sobremanera en los jugadores ansiosos y perfectistas generando un nivel elevado de tensión, ya que al no llegar a alcanzar su mejor nivel, pierden la armonía mental y física ideal para el rendimiento, instalándose el temor de poder realizar una mala jugada que pueda tocar su autoestima.
Como es la cadena desencadenante de lo pensamientos ante el temor:


Siempre los pensamientos negativos van a aparecer, pero liberalos, no los acumules. Cuando te sentís desmotivado o repetís errores, te vas a dar cuenta que tus percepciones y acciones están siendo afectadas por como te pensas. Si podes volver a concentrarte en tu objetivo de ser competente, de autosuperación, de lograr lo mejor de vos, mas allá de los resultados te vas a poder refocalizar en el juego. El que cae en la desmotivación pensando solo en los resultados, caerá en la resignación de no alcanzar ese deseo sintiéndose frustrado e inhibido en su juego y dando posibilidades al enojo que es una puerta de entrada a la desconcentración.

¿Como se procesa todo esto?
Los estímulos del exterior llegan como información de entrada a las áreas subcorticales del cerebro por medio de la visión, las cuales se relacionan en un lugar muy preciso con la emoción. Éste procedimiento nos lleva a responder con rapidez ante lo percibido.

El cerebro evalúa la situación y de acuerdo a la emoción que la acompaña establece alarmas afectivas para identificar lo que nos plantea la misma. Los centros emocionales del cerebro reciben y procesan la información de entrada antes de que lo hagan los centros responsables de la toma de decisiones. Es así que lo afectivo-emocional es lo que dispara las diferentes conductas que llevan a la acción. Pensar de forma positiva genera emociones positivas y conduce a actuaciones libres de tensión y con una atención al 100% en la acción.

Si ya desde los primeros momentos de un partido empezamos con pensamientos negativos, “se me están cayendo todas las pelotas”, “contra este rival siempre perdemos”, “si sigo así seguro me sacan”, etc., esos pensamientos te van a perseguir todo el tiempo basados en ideas irracionales creadas por vos mismo. ¿Quién es el que asegura que siempre te va a suceder lo mismo, o que siempre vas a perder con ese rival, o que siempre te van a sacar si jugas mal? Siempre vos mismo. Que descubrimiento!!!!!!

Toda esa carga emocional es la que te impide jugar libre, ya que tus vías neuronales que deberían estar tranquilas y llevando la información precisa a tus músculos, están ocupadas por tensión ante el peligro; por lo tanto, tu cuerpo reacciona ante la situación temida. De ahí la tensión y falta de coordinación que a veces sentís en algún partido. Es por todo el proceso que te expliqué al principio descargado por el peligro inconsciente. El cerebro es como un ordenador, que procesa lo que le llega según ciertas leyes pero depende de la forma en que sistematices y ordenes el material.

Los miedos y la ansiedad condicionan la vida afectiva y, por consiguiente, influyen en la acción, en la eficacia de la performance. La actitud positiva facilita la diversión y la mejora del juego, se apoya en un pensamiento adecuado y favorable, generando emociones de control que posibilitan una actuación siempre constructiva, independientemente del resultado.

Por eso es tan importante poder cambiar los sentimientos negativos en positivos. El “NO PUEDO” no existe; ¿No podés o no querés hacer un papelón?
Las emociones positivas como la confianza, la seguridad, la pasión, son elementales a la hora de jugar y jugarte por lo que querés.

Esa sensación de eficacia te va a servir para mantenerte activo, buscando continuamente tu autorrealización. Cuando jugás confiá en vos, cuanto más clara esté tu mente, mas precisa será tu ejecución. Recordá que la mente repite lo último que entró. Si tu último pensamiento fue miedo, así será el resultado.
Debés confiar en tu habilidad, ya que has entrenado mucho, en tu potencial técnico en tu valor como persona y como jugador.

Lic. Julia Alvarez Iguña
Psicología aplicada al deporte de Alto Rendimiento
Juliasports@fibertel.com.ar

COMO MANEJAR LA PRESIÓN ANTES Y DURANTE UN PARTIDO


Cuando hablamos de presión, nos referimos a cierta fuerza que presiona, aprieta, comprime. En lunfardo apretar seria presionar.
En toda competencia, siempre existe cierto grado de presión, de nerviosismo, y ésta es la activación necesaria que nos lleva a competir. Hablamos de un estado intermedio entre el nerviosismo y el estar muy calmo, pero cuando la presión es incontrolable y sobrepasa su nivel puede dejar inhibido y sin respuestas al jugador.
Entrenando no sentimos lo mismo que en una competencia. Allí es donde se ve la verdad y la seguridad de cada uno. Por eso, los espectáculos son tan emocionantes porque además de ver buenos jugadores observamos quien puede manejar mejor la presión.
La presión existe en toda competencia y el éxito seguramente estará en quien la controle mejor. Uno de los momentos de mayor tensión es el previo al partido, porque el jugador unicamene piensa en ganar, en lugar de jugar.
Muchas veces oímos a entrenadores decir “salgan a presionar”.Esto sería exigirle al rival más de lo que puede dar. Es decir, estar ahí, marcando, presionando, desubicando, siendo su sombra, no dejándolo actuar ni pensar al desconcentrarlo con tantos estímulos; recordemos que, cuando hablamos de concentración, decimos que no se puede atender dos cosas a la vez, o atiendo al otro o al juego.

La presión es un fantasma creado por la mente, que dispara inseguridad por miedo a la incertidumbre. Sabemos que cada acción dependerá de la manera de pensar y, según la interpretación que hagamos de la misma generará pensamientos de acuerdo a la manera de alentarnos o criticarnos. Cuando nos invade descoloca a la voluntad, surgen los juicios valorativos y una necesidad anticipada a una satisfacción, surgiendo un doble pensamiento entre lo que se está haciendo y lo que se está deseando.
Es bien sabido que en toda competencia hay una puesta en escena del deseo de un equipo o jugador , quien busca alcanzar un objetivo, pero cuanto mas comprometida esté en su deseo tratando de demostrar el papel de héroe o de figurar y ser reconocido, más difícil será poder llegar al sueño anhelado.

En cada momento hay un deseo, una jugada, una acción en juego. Es poder centrarse en la situación presente y seguir luchando dejando a un lado las demandas y expectativas de los "otros significativos" (padres, entrenadores, profesores). Hay que aprender a exigirse continuamente sintiendo esa presión que nos lleva siempre a “ir por mas”. Como decía el tenista Jimmy Connors: "Donde hay presión, hay una oportunidad", y esto surge cuando podemos manejarla dejando al Yo más libre para desplegar todas sus funciones cognitivas, es decir, atención, percepción, etc., funciones que implicadas en el rendimiento.

La acción en el deporte es una conducta dirigida a conseguir una meta, con una esperanza. Por eso debemos saber muy bien cuáles son nuestros objetivos y estar preparados para cuando las cosas no salen como queremos, pues no siempre salen como las deseamos pero si que las vamos a conseguir. El error siempre aparecerá ya que somos humanos. Lo importante es como reaccionamos frente al error.
El poder manejar la presión es lo que marca la diferencias entre buenos y excelentes jugadores. Los primeros disminuyen su rendimiento, se someten al poderío del otro, se ponen nerviosos y erráticos, piensan en el resultado, mientras que los segundos se agrandan, sienten el dominio de sus actos, aumentan su eficiencia pudiendo sostener el juego con claridad de pensamiento y la serenidad necesaria para poder definir una crítica jugada o cerrar un partido. Esa es la diferencia entre un jugador competitivo y un jugador competente.

En un partido, continuamente vamos pasando por distintas situaciones, de una vivencia de poder a una de impotencia, de triunfo a fracaso, de éxito a derrota, además de la angustia escénica de cómo el otro evalúa constantemente. Para poder sentirnos concentrados en el partido nuestra mente no puede estar en tantos lados al mismo tiempo, en el adentro y en afuera. Estas son las situaciones cuando por sobre exceso de información nos bloqueamos. En lugar de concentrarnos en jugar y enfrentar el desafió según nuestras habilidades del momento, cambiamos el objetivo en no ser reconocido como un perdedor y toda clase de calificativos que cada uno usa en la cancha.
La presión va cambiando continuamente de lugar. Cuando se espera mucho de un equipo, produce un efecto inhibitorio poniendo sobre sus espaldas el mandato de ganar. Cuando vamos bien, la presión la tiene el otro, ya que poseemos un plus para poder centrarnos en otros recursos tácticos y estratégicos. Cuando jugamos sueltos liberamos todas las funciones cognitivas para desplegarlas en el juego.

Los tipos de presiones de la que estuvimos hablando se clasifican en

Externas.
Son las centradas en el afuera, el adversario, un rival superior, jugar por el puesto, la definición de un campeonato, la hinchada, la representación de un país o un club. Éstos son desafíos que esperan una respuesta positiva del jugador, el que se juega por su deseo de llegar.

Internas
Es lo que sucede en nuestro interior, dentro de cuales están las pasiones, los pensamientos, el miedo a lo desconocido, el temor al ridículo, el exceso del propio deseo, cumplimiento de ideales o metas difíciles de alcanzar, necesidad de aprobación.
Son situaciones donde se encuentra implícito el miedo a fracasar.

Para poder trabajar la presión desde la psicología, enseñamos a los jugadores cómo poder controlarla por medio de técnicas centradas en la concentración, el optimismo y la confianza en ellos mismos. Para poder cerrar bien un partido, se necesita serenidad, calma, inteligencia y precisión. Si la mente está totalmente desordenada, esto será imposible. Las charlas individuales o grupales se centran en poder interpretar desde el imaginario, trabajar sobre los elementos que impiden un buen rendimiento, confrontándolo con la realidad y los recursos de su Yo.
¿Qué te pasa más seguido en una competencia bajo presión?
¿Cuáles son los momentos y situaciones más críticas?
Cuando ganas o perdés un partido ¿Cómo te sentís? ¿Cómo reaccionás?

Centrate en tu ahora. Ocupate por la jugada presente en vez de preocuparte por lo que hicistes mal en la anterior, eso jugado ya fue, está ausente y si perdura en tu mente elimínala. Deja de temer y crear imágenes fantaseadas. Confrontá la realidad.
No aceptes otros "deberías" o “tendrías” mas que los tuyos.
Hacete cargo de tus jugadas y leva a cabo aquellas que sentís que sos capaz de realizar. No juegues al superhéroe.
Deja los sentimientos y el análisis de tus jugadas para el vestuario.
Se espontáneo, arriesgáte y actuá.

Entre la agresión y la pasión

Hoy en día además de realizar un análisis técnico del partido, también se comienza a evaluar los factores “blandos” como ser las emociones y los sentimientos por las que atraviesa un equipo o un jugador en una competencia. Uno de los objetivos es vincular los estados emocionales y la motivación al rendimiento, reflexionando acerca de cómo interactúan estos procesos en una competencia.

¿Cómo podemos evaluar en un partido algo tan poderoso e invisible como es la motivación? La energía de un equipo se expresa según la actividad que demuestran sus jugadores, según la fuerza en más o en menos con la que interactúan, reflejando cuando la intensidad del juego toma un ritmo desplegado o cuando se desmotivan o sobremotivan creando situaciones de urgencia y descontrol.
Dentro del deporte definimos la motivación como la cantidad y dirección de energía puesta en un objetivo, en una meta. La intensidad entre estas dos variables es lo que determina diferentes estados emocionales y motivacionales por los que transcurre la energía de un partido.

En la actualidad, grandes corporaciones como Oracle y Sony utilizan técnicas de evaluación tomadas de teorías de mercado. Mi propuesta es trasladarlas al deporte mostrando como un equipo pasa a través de cuatro zonas de energía o motivación durante una competencia.





La zona de la comodidad

Esta zona es cuando el equipo va ganando y entra en un estado cómodo: ya lo conseguimos… y, entonces, decae la intensidad. “Luego de un logro lo disfrutamos; comencemos a disfrutar”. En esta zona, los jugadores poseen un nivel de satisfacción relativamente alto pero emociones positivas débiles. Hay tensión de juego, pero la energía es baja con el peligro inminente de la disminución de la atención. Como vamos ganando, la vitalidad del equipo se nivela y en lugar de pensar en el vamos por más, el objetivo se desdibuja. Si el equipo se queda mucho tiempo en ese disfrute, el rival retoma el poder en una agresiva jugada igualando y quedando con muchas chances de ganar el marcador. En el equipo no prevalecen emociones referidas a la disciplina y a exigencias que lo obligan a crecer, más allá de los resultados, y los ideales dormidos y conformistas hacen que una virtud como el heroísmo se convierta en algo sin peso.
La zona de la resignación

Luego del try en contra, el equipo ingresa en una zona de resignación. Surge el desaliento, los jugadores exhiben emociones débiles y negativas al decaer el entusiasmo que los caracterizaba. La esperanza del éxito comienza a esfumarse y si no se reacciona rápido se cae en una cierta entrega y desmotivación. Los tries que no hiciste te los hacen.


La zona de la agresión


Ésta es la zona donde se define el partido en más o en menos. La agresión es una zona de doble filo, ya que la combatividad puede ser tomada por su lado positivo de sublimación, de juego aguerrido, de lucha por el poder, donde se despliegan las emociones internas combativas del equipo; o puede tomar su canal negativo bajo el sentimiento de frustración, donde la ira nubla la percepción y el razonamiento, no tolerando que el otro gane. Este golpe al ego puede ser respondido por medio de la agresividad negativa, el insulto, la trompada, perder tiempo o sacar al rival de su concentración y poder ganar el partido pero no por el camino del fair-play.
Pueden salir de la zona de resignación despertando la agresividad dormida y luchando nuevamente contra esa amenaza del adversario con todas sus fuerzas y poderío. “Me atacan: respondo más fuerte. Estamos en peligro, tenemos que luchar”.


La zona de la pasión

Luego de pasar por la zona de agresión, canalizando las emociones de lucha en un objetivo en común, se ingresa en la zona más importante la de pasión con fuertes emociones positivas y orgullo. El rendimiento es el óptimo y hace actuar al deportista de la mejor manera que sabe y que puede. Si una de las claves de la alta competencia es mantener la energía constante, reduciendo y transformando presiones, otra es la pasión con la que se encara el deporte.

Para armar un equipo, además de talento y potenciales jugadores se necesita que sientan pasión por lo que hacen, porque para ganar no alcanza el 100% de talento; hace falta algo más, pasión por el juego y por la camiseta. Es lo que la hinchada canta a su equipo favorito en los partidos “Es un sentimiento, no puedo parar”.

Esa pasión es un sentimiento por lo elegido, por lo que Yo elegí y que es esa emoción que encontramos al hacer algo que descubrimos agradable, que es necesaria no sólo para encontrar aquello en lo que somos buenos, sino aquello que nos gratifica y nos reconoce como personas creativas y con ideales propios.

Algunos definirán el éxito como: “llegar al momento cumbre en donde lo que nos apasiona sea algo por lo que nos reconocen y retribuyen”, pero en mi opinión, una persona que ya ha llegado al éxito es la que realiza aquello que lo apasiona, más allá de posibles miedos resultados y amenazas.

En cualquiera de las zonas inferiores siempre se debe salir para arriba, y no permanecer en ninguno de estos lugares, ni en la comodidad ni en la resignación, por mucho tiempo, ya que las emociones débiles no estimulan a la acción. En la zona de comodidad o resignación, decae la atención, la emoción y la activación. El equipo no se la juega, por más que se equivoque y permanece defendiendo el terreno de manera descontrolada con todas las peligrosas consecuencias que genera. En la zona de agresión o pasión, se despliegan altos niveles de tensión emocional y una urgencia que nos hace sentir más eficaces.

Dentro de la zona agresión se trabaja el concepto de matar al dragón: esta estrategia implica la enunciación de una amenaza donde es necesario el uso de potencialidades y fortaleza emocional, para superar ese desafío. Exige que el equipo se mueva de la zona de comodidad o resignación a la de agresión. Los jugadores necesitan sentir la amenaza y, a la vez canalizar las emociones de manera disciplinada, bajo una causa justa en la lucha por la consecución del bien. Se sitúa a los empleados o jugadores bajo una amenaza a repeler. Es la zona de la valentía y el coraje.

Luego de matar al dragón hay que entrar en la zona de la pasión, de conquistar a la princesa. Se apoya en fuertes emociones de entusiasmo para colocar al equipo en la zona de la pasión, a fin de comprometerlos con un acto heroico y de valentía, donde los líderes tienen que crear un objeto de deseo - la princesa - e invocar una pasión capaz de superar la pasividad. Está relacionado a la motivación de un equipo, a exaltar sus afectos de pertenencia. Lograr que los jugadores vean la oportunidad, vislumbren que el objetivo existe – princesa-, que crean en ella y se comprometan en su conquista, es más difícil que hacerles sentir solamente la existencia de una amenaza.

El entrenador trabaja con objetivos en las dos zonas superiores las llamadas: matar al dragón (agresión) y recuperar a la princesa (pasión). Mas allá de lo infantil que parezcan estos dos términos, hay objetivos en juego, donde no está implícita solamente la palabra resultado. La palabra dragón tiene significados vinculados a la idea de enemigo, peligro, adversidad, lucha, amenaza, y, recuperar a la princesa se asocia con poder, pasión, amor, soberanía, coronación del triunfo. Son palabras que vienen cargadas de fuertes emociones y que se vierten en la empresa o en el equipo para la obtención de metas.

Para ello es necesario una visión concreta simple y movilizadora. Lo ideal es lograr combinar la inmediatez, la disciplina y la decisión de la zona de agresión, con el orgullo y el entusiasmo de la zona de pasión. En lo que nos apasiona siempre encontraremos algo que nos sorprende que es parte de la plenitud que nos convierte en seres exitosos. Para que vayas pensando: ¿En cual de estas zonas jugas un partido, y como llegarías a la pasión?

Lic Julia Alvarez Iguña
juliasports@fibertel.com.ar
Psicología del Deporte aplicada al Alto Rendimiento