Julia Alvarez Iguña

Julia Alvarez Iguña
Lic Julia Alvarez Iguña

Vida Cotidiana

Psicología on Line

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Psicología aplicada al Golf

Entre la agresión y la pasión

Hoy en día además de realizar un análisis técnico del partido, también se comienza a evaluar los factores “blandos” como ser las emociones y los sentimientos por las que atraviesa un equipo o un jugador en una competencia. Uno de los objetivos es vincular los estados emocionales y la motivación al rendimiento, reflexionando acerca de cómo interactúan estos procesos en una competencia.

¿Cómo podemos evaluar en un partido algo tan poderoso e invisible como es la motivación? La energía de un equipo se expresa según la actividad que demuestran sus jugadores, según la fuerza en más o en menos con la que interactúan, reflejando cuando la intensidad del juego toma un ritmo desplegado o cuando se desmotivan o sobremotivan creando situaciones de urgencia y descontrol.
Dentro del deporte definimos la motivación como la cantidad y dirección de energía puesta en un objetivo, en una meta. La intensidad entre estas dos variables es lo que determina diferentes estados emocionales y motivacionales por los que transcurre la energía de un partido.

En la actualidad, grandes corporaciones como Oracle y Sony utilizan técnicas de evaluación tomadas de teorías de mercado. Mi propuesta es trasladarlas al deporte mostrando como un equipo pasa a través de cuatro zonas de energía o motivación durante una competencia.





La zona de la comodidad

Esta zona es cuando el equipo va ganando y entra en un estado cómodo: ya lo conseguimos… y, entonces, decae la intensidad. “Luego de un logro lo disfrutamos; comencemos a disfrutar”. En esta zona, los jugadores poseen un nivel de satisfacción relativamente alto pero emociones positivas débiles. Hay tensión de juego, pero la energía es baja con el peligro inminente de la disminución de la atención. Como vamos ganando, la vitalidad del equipo se nivela y en lugar de pensar en el vamos por más, el objetivo se desdibuja. Si el equipo se queda mucho tiempo en ese disfrute, el rival retoma el poder en una agresiva jugada igualando y quedando con muchas chances de ganar el marcador. En el equipo no prevalecen emociones referidas a la disciplina y a exigencias que lo obligan a crecer, más allá de los resultados, y los ideales dormidos y conformistas hacen que una virtud como el heroísmo se convierta en algo sin peso.
La zona de la resignación

Luego del try en contra, el equipo ingresa en una zona de resignación. Surge el desaliento, los jugadores exhiben emociones débiles y negativas al decaer el entusiasmo que los caracterizaba. La esperanza del éxito comienza a esfumarse y si no se reacciona rápido se cae en una cierta entrega y desmotivación. Los tries que no hiciste te los hacen.


La zona de la agresión


Ésta es la zona donde se define el partido en más o en menos. La agresión es una zona de doble filo, ya que la combatividad puede ser tomada por su lado positivo de sublimación, de juego aguerrido, de lucha por el poder, donde se despliegan las emociones internas combativas del equipo; o puede tomar su canal negativo bajo el sentimiento de frustración, donde la ira nubla la percepción y el razonamiento, no tolerando que el otro gane. Este golpe al ego puede ser respondido por medio de la agresividad negativa, el insulto, la trompada, perder tiempo o sacar al rival de su concentración y poder ganar el partido pero no por el camino del fair-play.
Pueden salir de la zona de resignación despertando la agresividad dormida y luchando nuevamente contra esa amenaza del adversario con todas sus fuerzas y poderío. “Me atacan: respondo más fuerte. Estamos en peligro, tenemos que luchar”.


La zona de la pasión

Luego de pasar por la zona de agresión, canalizando las emociones de lucha en un objetivo en común, se ingresa en la zona más importante la de pasión con fuertes emociones positivas y orgullo. El rendimiento es el óptimo y hace actuar al deportista de la mejor manera que sabe y que puede. Si una de las claves de la alta competencia es mantener la energía constante, reduciendo y transformando presiones, otra es la pasión con la que se encara el deporte.

Para armar un equipo, además de talento y potenciales jugadores se necesita que sientan pasión por lo que hacen, porque para ganar no alcanza el 100% de talento; hace falta algo más, pasión por el juego y por la camiseta. Es lo que la hinchada canta a su equipo favorito en los partidos “Es un sentimiento, no puedo parar”.

Esa pasión es un sentimiento por lo elegido, por lo que Yo elegí y que es esa emoción que encontramos al hacer algo que descubrimos agradable, que es necesaria no sólo para encontrar aquello en lo que somos buenos, sino aquello que nos gratifica y nos reconoce como personas creativas y con ideales propios.

Algunos definirán el éxito como: “llegar al momento cumbre en donde lo que nos apasiona sea algo por lo que nos reconocen y retribuyen”, pero en mi opinión, una persona que ya ha llegado al éxito es la que realiza aquello que lo apasiona, más allá de posibles miedos resultados y amenazas.

En cualquiera de las zonas inferiores siempre se debe salir para arriba, y no permanecer en ninguno de estos lugares, ni en la comodidad ni en la resignación, por mucho tiempo, ya que las emociones débiles no estimulan a la acción. En la zona de comodidad o resignación, decae la atención, la emoción y la activación. El equipo no se la juega, por más que se equivoque y permanece defendiendo el terreno de manera descontrolada con todas las peligrosas consecuencias que genera. En la zona de agresión o pasión, se despliegan altos niveles de tensión emocional y una urgencia que nos hace sentir más eficaces.

Dentro de la zona agresión se trabaja el concepto de matar al dragón: esta estrategia implica la enunciación de una amenaza donde es necesario el uso de potencialidades y fortaleza emocional, para superar ese desafío. Exige que el equipo se mueva de la zona de comodidad o resignación a la de agresión. Los jugadores necesitan sentir la amenaza y, a la vez canalizar las emociones de manera disciplinada, bajo una causa justa en la lucha por la consecución del bien. Se sitúa a los empleados o jugadores bajo una amenaza a repeler. Es la zona de la valentía y el coraje.

Luego de matar al dragón hay que entrar en la zona de la pasión, de conquistar a la princesa. Se apoya en fuertes emociones de entusiasmo para colocar al equipo en la zona de la pasión, a fin de comprometerlos con un acto heroico y de valentía, donde los líderes tienen que crear un objeto de deseo - la princesa - e invocar una pasión capaz de superar la pasividad. Está relacionado a la motivación de un equipo, a exaltar sus afectos de pertenencia. Lograr que los jugadores vean la oportunidad, vislumbren que el objetivo existe – princesa-, que crean en ella y se comprometan en su conquista, es más difícil que hacerles sentir solamente la existencia de una amenaza.

El entrenador trabaja con objetivos en las dos zonas superiores las llamadas: matar al dragón (agresión) y recuperar a la princesa (pasión). Mas allá de lo infantil que parezcan estos dos términos, hay objetivos en juego, donde no está implícita solamente la palabra resultado. La palabra dragón tiene significados vinculados a la idea de enemigo, peligro, adversidad, lucha, amenaza, y, recuperar a la princesa se asocia con poder, pasión, amor, soberanía, coronación del triunfo. Son palabras que vienen cargadas de fuertes emociones y que se vierten en la empresa o en el equipo para la obtención de metas.

Para ello es necesario una visión concreta simple y movilizadora. Lo ideal es lograr combinar la inmediatez, la disciplina y la decisión de la zona de agresión, con el orgullo y el entusiasmo de la zona de pasión. En lo que nos apasiona siempre encontraremos algo que nos sorprende que es parte de la plenitud que nos convierte en seres exitosos. Para que vayas pensando: ¿En cual de estas zonas jugas un partido, y como llegarías a la pasión?

Lic Julia Alvarez Iguña
juliasports@fibertel.com.ar
Psicología del Deporte aplicada al Alto Rendimiento

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