
Con ella nos sentimos competentes afirmando nuestros valores, sintiéndonos orgullosos por los logros obtenidos.
La autoestima no es “sentirse bien”, tampoco es un estado o una habilidad medible. Yo no puedo afirmar que tengo un 70% de autoestima y autoconfianza. Éstas no se trasmiten por genes ni son hereditarias, y la buena noticia es que se puede trabajar sobre ellas para modificarlas y mejorarlas.
La autoconfianza es la energía y la determinación que nos impulsa a realizar lo que deseamos, sin por ello estar pendientes del medio o de la opinión del otro.
Pero como decía Aristóteles debemos encontrar el “justo medio”, ya que poca confianza como demasiada confianza no conduce a un buen resultado. Esta comparación tiene similitud a cuando hablamos de activación, donde la sobreactivación es igual de ineficaz que una pobre activación.

Es así que el adversario empieza a tomar posesión del partido, recupera su confianza, y lo que parecía demasiado fácil se convierte en algo demasiado peligroso. Para salvar la situación, el equipo se sobreactiva ante el posible peligro, no pudiendo en ciertos momentos controlar la situación.
El exceso de confianza es también un problema por el que pasan muchos entrenadores cuando algunos jugadores creen que no tienen nada más que entrenar, hacen todo a medias y no son disciplinados. En ciertos casos, éste es un mecanismo de defensa de compensacion, por medio del cual un individuo trata inconscientemente de equilibrar su déficit, fingiendo tenerlo para encubrir su falta.
Ejemplo. Alguien quiere ser un jugador estrella, pero como no tiene las habilidades para lograrlo, trata de ser estrella llamando la atención de otra manera. ¿Bien fácil no?Ahora bien, cuando la confianza es baja, el jugador no se esfuerza en todo su potencial ya que la percepción que tiene de él mismo es negativa y por lo tanto, no arriesga y tiene conductas de evitación, aislamiento, no se juega.
El jugador centrado sabe aceptar la realidad y se ajusta a ella, acepta sus errores y trabaja sobre ellos.

Para ello se construyen cuestionarios tratando de descubrir cuál es la presión o motivo latente que se oculta tras ese déficit, y de qué manera intervenir para lograr el mejor nivel de rendimiento. Identificar las opiniones que tiene el jugador de sí mismo, como se habla luego de un error o un de un triunfo, ya que el autodiálogo negativo dispara emociones que afectan a la conducta y bien sabido es que actuamos de acuerdo a cómo nos pensamos.
Generalmente nuestra forma de jugar está relacionada a los patrones de pensamiento o creencias de nosotros mismos. Para ello se debe pasar del “no puedo” al “sí, lo haré” sabiendo que si se comete un error eso no le quita su condición de buen deportista. La acción deportiva tiene una cualidad y la calidad de la persona va por otro carril. Si me equivoco en una jugada, eso no quiere decir que sea un mal jugador. No unamos acción con persona.
Pues bien, ahora surge un nuevo término asociado a los anteriores: la autoeficacia.
Autoestima: estima a mí mismo.
Autoconfianza: confianza en mis habilidades.
Autoeficacia: creencia acerca de la capacidad para llevar a cabo tareas específicas.
En su teoría de la autoeficacia, el psicólogo Albert Bandura, establece con claridad la diferencia entre dos conceptos claves:

La Expectativa de Resultado es “la creencia de que un determinado comportamiento irá seguido de unas determinadas consecuencias”. De acuerdo a mi comportamiento, el otro me aceptará o no.
Es cierto que existe una necesidad de ser amados y admirados por los demás, pero en una competencia no se puede estar pendiente de ambas cosas; ahí “estas vos solito” tratando de apuntar el marcador. Me hace acordar lo que decía un famoso boxeador: “Cuando estas en el ring, te sacan hasta el banquito”.
Podríamos preguntarnos entonces, ¿Porqué nos presionamos para hacer las cosas siempre bien? ¿Si no juego en primera no soy? Acaso esta es una afirmación que determina que siempre jugaré en esa posición. Y, ¿donde está tu capacidad de esfuerzo y decisión por ocupar un determinado lugar en el juego o en la vida?
Ya hemos crecido y ya no hay más papás ni mamás en la escena y debemos acabar con esa historia de estar siempre dando pruebas o rindiendo examen de lo bueno que soy. Si sos tan bueno “andá” y jugate, y si perdés tomá la responsabilidad sabiendo que podés mejorar ya que siempre hay otra oportunidad. En el deporte como en la vida siempre hay revancha.

No es solo la cantidad de éxitos obtenidos, como la calidad y esfuerzo que le dediques a la tarea o tu deporte.
juliasports@fibertel.com.ar
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