Julia Alvarez Iguña

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Lic Julia Alvarez Iguña

Vida Cotidiana

Psicología on Line

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Psicología aplicada al Golf

Juego y deporte. ¿Qué significa jugar?

Hablamos mucho acerca de habilidades, técnicas y tácticas. Pero, ¿cuántos se han preguntado cuál es el significado del juego?. ¿Qué es jugar? Pues bien vayamos a sus fundamentos.

Jugar es una actividad libre que ocurre en un tiempo y en un espacio externo. Es la expresión de nuestro “Yo” y cumple una función de aprendizaje de capacidades y habilidades, de exploración y de proyección del mundo interno al mundo externo. El juego proporciona placer pues libera energías y descarga fantasías, es espontáneo, libre ya que nadie juega por obligación. Cuando hablamos de deporte, hablamos de competencia y de descarga de energía de agresión, de dominio, de rivalidad y de normas. Según se maneje la agresividad ésta puede tener un fin sublimado en sí misma, o transformarse en violencia. Ante la agresividad del juego, puedo hacer un try o insultar y golpear al que lo hizo.
Según el psicoanalista Donald Winnicott, los niños juegan por placer, para expresar la agresividad, para dominar la angustia, para acrecentar su experiencia individual y para establecer contactos sociales y juegos de equipo. El juego favorece a la integración de la personalidad permitiendo establecer canales abiertos de comunicación con los otros. Permite incursionar en diferentes ambientes y aprender en distintas situaciones lo que desarrolla satisfacción personal, seguridad y conciencia de su propio saber y valer, descifrando una manera de ser en el mundo. El niño, desde las primeras experiencias ante lo desconocido, comienza a descubrir nuevos territorios y a manejar diferentes situaciones emocionales de dolor y pérdida, donde descubre que todo no es placer puro. Un niño saludable juega. Cuando eso no sucede y vemos que un chico no puede jugar, es un llamado de atención ya que subyace algún problema que inhibe su comportamiento.

Cuando hablamos de niños pequeños debemos remarcar la libertad de expresión en el puro despliegue de su acción. He visto a muchas madres romper ese encanto al no permitir que sus hijos jueguen en el barro, se ensucien, o señalar continuamente el miedo a la lesión manchando el sentido del juego el cual se trasforma en algo condicionado por el medio. Según la madre el niño podría jugar de acuerdo a las condiciones climáticas y al peligro imaginario del medio. Asimismo jugar satisface la necesidad de alcanzar prestigio. “Acá estoy yo” “Yo puedo hacer tal cosa” colocando al jugador en un marco de derecho de existencia donde anhela ser lo que se espera de él. En el juego no existe ninguna conexión con lo racional, se opone a lo serio, pudiendo afirmar, como decía Johan Huizinga, que “jugar es lo serio”.

Así como la cultura a la que pertenece igual posee sus normas y reglamentos, el deporte también los tiene. Cuando traspasamos sus límites se deshace el mundo del juego. El silbato del referí, un penal, una agresión física o verbal, rompe y deshace el juego y el que infringe las reglas arrebata y corta la ilusión de grupo. Por eso es sacado o expulsado porque amenaza la existencia del juego y del equipo. El juego es un ir y venir, es dar y recibir, un enlace y un desenlace donde una jugada se recrea y se reinventa a cada instante. Nunca encontramos la satisfacción total de lo que se busca por eso es que se torna tan desafiante en su recorrido hacia nuevas metas. Continuamente corremos tras la búsqueda del placer en la ambigüedad de cada encuentro. Jugar es sorpresa, suspenso y resolución de tensiones internas.

A medida que va creciendo la competencia, se va opacando su significado lúdico. Muchas veces el juego y el trabajo se entremezclan donde la creatividad y la espontaneidad son desplazadas por las presiones del alto rendimiento. El jugador sabe muy bien jugar, pero duda ante esa nueva realidad que se le presenta; y en altas esferas del deporte, es muy difícil poder sostener el juego durante todo un partido. Son situaciones donde se debe saber jugar con el factor presión: “me la juego”, “me la banco”, “me enojo”, “me lo saco de encima”. Algunos saben jugar, están relajados, despreocupados y disfrutando el momento, otros no y se refleja en sus torpes movimientos y en la lectura de su lenguaje corporal.

El manejo de las presiones es la capacidad de resolución del problema, donde se ve la diferencia que marca la diferencia. Si no se logra eliminar ese elemento perturbador, permanece pegado al error, a una situación anterior o al miedo de un resultado posterior. Es por eso que debemos enfocarnos solamente en nuestro juego y abrir la cabeza. Si nos quedamos inmersos en pensamientos y fantasías nunca vamos a ganar. La exigencia y la motivación de triunfo muchas veces es devastadora ante una sola posición tolerable de pensamiento. “Siempre hay que ganar”. Es bien conocida la experiencia por la que pasa un profesional de golf o de polo, donde se comparten espacios de amistad y de rivalidad al mismo tiempo. No todos pueden soportar esas presiones, sobre todo en largas competencias en el exterior, ante la ausencia de algún familiar que pueda contener ese vacío.


En el polo se dan muchas de estas variables. Contrariamente al rugby, un jugador no comparte un equipo toda una temporada logrando la identidad, pertenencia y cohesión grupal que posee este deporte. Sus jugadores van cambiando continuamente de equipo, de país, dependiendo del torneo y del patrón de turno por lo que es tan difícil en el polo sostener una buena cohesión grupal transformándose muchas veces en un equipo de individualidades. Pues bien, comienza una nueva temporada y espero que estas reflexiones sean disparadores para los que nos dedicamos al deporte para poder pensar qué significa la palabra juego. Como jugadores buscamos una sana competencia; como entrenadores y formadores de salud, aplicamos sus conceptos remarcando los valores del deporte; como padres debemos preguntarnos como acompañamos a nuestros hijos; los dejamos jugar libremente o los condicionamos a los valores impuestos por la sociedad, donde es necesario poseer la mejor indumentaria deportiva y ser reconocido como muy buen jugador o simplemente los apoyamos en su inserción en el mundo deportivo para aprender nuevas maneras de resolver situaciones, que más tarde seguramente serán aplicables a situaciones de vida.

Esta continua dialéctica deporte-juego le irá proporcionando nuevas maneras para ir encontrando respuestas aprendidas en situaciones pasadas. El juego no es la vida corriente, pero podemos relacionarlo con ella en cuanto a la manera de encarar cada situación donde la creatividad, espontaneidad y capacidad de decisión y respuesta serán las claves del deporte y de la vida. La vida también implica tensión, problema, ruido, incertidumbre, caer y volver a levantarse. Son características que en cierta medida podemos relacionarlas al juego. El tema principal es poder ganar o perder contra elementos inconscientes pudiendo vencer a nuestro rival interior.

Los expertos en combatir no se encolerizan, los expertos en ganar no se asustan. Así el sabio gana antes de luchar, mientras que el ignorante lucha para ganar.
Zhuge Liang
- El arte de la guerra

1 comentarios:

Jose dijo...

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25/8/19 12:56