Julia Alvarez Iguña

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Lic Julia Alvarez Iguña

Vida Cotidiana

Psicología on Line

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Psicología aplicada al Golf

El entrenador

La misión de un entrenador es integrar sus objetivos con los objetivos personales del grupo. Para ello debe trabajar distintos aspectos. Hoy me centraré en la motivación.
Para motivar son varios los aspectos que el entrenador debe tener en cuenta. Por empezar distinguir que clase de motivación los lidera, la motivación externa centrada en resutados, o la motivación interna centrada en la constante superación.
Partamos que esa misma pregunta es la que también debe hacerse el entrenador. ¿Por qué entreno?, ¿Qué quiero lograr?, ¿Cómo soy? ¿Qué busco?liderar, ensenar, figurar, mandar, nadie sabe como yo,

¿Por qué hacemos cosas en la vida? Por ejemplo ¿Por qué entrenamos el deporte que nos apasiona? Para cansarnos, para transpirar, para perder tiempo, por decir solamente fui a entrenar, por cumplir, por alcanzar metas, por romper records, cumplir una obligación, por figurar, etc.
La motivación va unida a la voluntad, junto con los instintos y los impulsos nos movilizan a la acción. Implica necesidades, deseos, expectativas, un motivo por el cual ponerse en marcha hacia la obtención de un deseo.

Muchas veces los entrenadores han sido jugadores y el cambio de jerarquía y de rol los lleva a pensar desde su misma subjetividad. Si bien implica ricas experiencias de juego por las que han vivido, eso no genera un paralelismo en pensar que sus jugadores tendrán su misma motivación y amor por el deporte. Cada jugador posee una historia distinta que lo identifica en su singularidad, ni todos vienen de jugar en equipos exitosos. No se puede esperar que piensen, actúen, o tengan la misma motivación, actitud o estilo de juego del entrenador. Son cosas que a veces no se piensan, pero se le exige el equipo y se dan como sobre entendidas. No conciben como un jugador no puede aprender una técnica, o es un poco torpe, o no llega a las expectativas necesarias, etc. Pensemos que no existen las destrezas innatas, son habilidades a trabajar que implican paciencia y dedicación de su maestro. Uno no nace, se hace.

El concepto de saber motivar o activar a un equipo no siempre es bien comprendido.
La motivación está relacionada a la emoción. La motivación es la fuerza que activa y dirige el comportamiento.
La activación está relacionada a la acción. Es la cantidad de energía en más o en menos ante una acción.
En la motivación hallamos emociones evaluativas, relacionadas al resultado, como ser: decepción, tristeza, alegría, ira, o, emociones relacionadas a la superación del sí mismo: coraje, pasión, orgullo, valía, etc. las segundas son las que realmente importan y están relacionadas al crecimiento como personas, como jugadores para alcanzar un objetivo. La motivación externa está relacionada a la vergüenza, la motivación interna a la esperanza.

La activación es lo que los entrenadores y deportistas llaman, no sin razón, pérdida de concentración ya que se relaciona al aprovechamiento de la energía del cuerpo para realizar actividades. La activación está relacionada a la arenga, a exaltar al jugador. Muchos entrenadores la confunden con la motivación, pero no están motivando, están activando al equipo. Por eso creen que antes de competir se deben utilizar técnicas de vestuario como gritos, fuertes discursos para enardecer el ánimo. No negamos la importancia de esta técnica grupal antes de una competencia, pero también se le debe espacio a “esa palabra” que emociona, enaltece, que les toque esa fibra intima y los hagan pensar porque están acá, a que han venido, que vienen a buscar.

Detrás de una arenga escuchamos: “hay que darlo todo”, “a morir en la cancha”. Estas palabras solo consiguen presionar al jugador y sobre activarlo: se desconcentra, hay tendencia de lesión, mayor agresividad. Todo es rápido, torpe, quiere tomar todas las pelotas, no piensa, tacklea a todo el mundo, pierde el control y lo peor de todo gasta su energía de golpe, queda sin resto.
El decir: “vamos a salir a ganar” no sirve. Ya estamos hablando de una determinación a cumplir y cuando no se obtiene genera frustración. El “vamos a dar lo mejor de nosotros”, marca un objetivo más real donde el miedo no hace referencia a un cumplimiento.

Sabemos que el miedo paraliza, bloquea mental y físicamente. Algunas veces es tan grande esa emoción que embarga al jugador en su totalidad interfiriendo con el aprendizaje y la ejecución. El entrenador puede indagar. ¿A que le tenemos miedo? A ganar, a perder, al entrenador, a lo que dirán, al rival, al descenso, a ser sacado, etc. Cuando los jugadores se dan cuenta que el miedo no existe, que es formado solo por ellos se enfrenta el partido de manera diferente.
¿Cómo enfrenta el miedo, que herramientas utiliza? ¿Puede el entrenador hablar con los jugadores después de una derrota, posee algún refuerzo positivo para sacarlos inmediatamente de ese espíritu perdedor, puede posicionarlos en la esperanza de un futuro? El miedo y la derrota hay que afrontarlos, atravesarlos, nunca evitarlos ni posponer el problema por miedo a hablar. Si el entrenador lo puede tolerar, los jugadores también lo harán. Hay que hablar constantemente del miedo, que emociones se ocultan. Tengamos en cuenta que el miedo es la puerta abierta a las lesiones ya que el deportista no percibe las sensaciones físicas de su cuerpo.

Los jugadores que están motivadas intrínsecamente, no necesitan que otras las motiven. Cumplen con sus objetivos, aceptan las derrotas, pero como aprendizaje para volver a salir al ruedo a jugar “con todo lo que tenemos” y no desde” todo lo que nos falta” para lograr el objetivo por el que tanto se ha trabajado.

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