John es un soldado de 19
años que espera la orden para salir a combatir en su primera experiencia de
guerra. Por el momento, su obligación es permanecer alerta hasta que la línea
enemiga tome posición. A lo lejos, se escucha el terrible estruendo de bombas que
destellan estelas de colores sobre el cielo plateado de Irak. Luego el silencio….
En ese momento piensa, que tan
sólo un año atrás se encontraba terminando su colegio secundario. Fue entonces
cuando decidió entrar en la Armada. Allí fue donde adquirió la técnica militar en el uso y manejo de
armas, como también un gran desarrollo físico luego de duros, disciplinados y
largos entrenamientos.
Piensa en los cambios que se
efectuaron en él a nivel emocional dejando atrás a ese niño caprichoso y
vulnerable. Ahora nuevas respuestas y actitudes emergen en él. Hoy en día debe
enfrentar otras situaciones límite como el peligro de la muerte. Todo ese
cambio se fue dando paulatinamente gracias a la disciplina del ejército.
La
orden de avanzar a la posición designada llega. Sus manos tiemblan, su cuerpo transpira,
su corazón late fuertemente como expresión de su ansiedad. Se encuentra inquieto y en estado de alerta. Pensamientos
bombardean su mente en la expectativa de
lo que puede llegar a suceder. Pero ahora no hay nada más que pensar. Es tiempo
de actuar.
El
miedo que registra este soldado, es el mismo que algunos jugadores sienten
antes de una competencia. La diferencia está en la cantidad de excitación, pero
el miedo es el mismo. El miedo es siempre miedo. No podemos decir que tenemos
un 30%, o un 70% de miedo. O lo tenés o no lo tenés.
El
deporte se compara muchas veces con la batalla. El jugador juega por su
posición en la competencia, la cancha es su
línea de fuego, la pelota su arma. Allí se combate, se pelea, se sufre y
se lucha. En el resultado final sólo uno ganará.
En ambas situaciones, la
agresión y la pulsión de dominio están presentes.
En el deporte se transforma una
meta o deseo destructivo por otro objetivo no agresivo que sobresaldrá por su
valoración social. En la guerra la agresión estará al servicio de la
destrucción ya que está en juego la vida.
En
ambas situaciones, tanto en la guerra como en el deporte, sobre sale la
disciplina y el entrenamiento, y para obtener un buen resultado, no salir
herido y ganar, se debe transformar el miedo en rendimiento y ésto demanda
fortaleza mental y un gran control emocional.
Los
soldados sufren una serie de manifestaciones psicológicas ya sea miedo,
ansiedad, angustia, irritabilidad, sentimiento de culpa, y también una
incapacidad a enfrentar determinadas situaciones o hechos que podrían recordar
o rememorar aquella experiencia. En el deporte las situaciones no son tan
límites, pero el miedo a volver a repetir situaciones de error es el mismo.
En
el ejército los reclutas están acostumbrados a marchar. No es que lo ejercitan
como una técnica de combate. La marcha es utilizada como una disciplina y
practicada entre batallas. Es así que pasan largas horas caminando, marchando,
todos al mismo ritmo.
¿Qué es lo que demuestra un batallón marchando?
Su objetivo es lograr coraje y valentía, cohesión grupal, confidencia y
decisión a la hora de pelear. Dentro de su lenguaje corporal no demuestran signos
de fatiga ni cansancio, ni hombros caídos, ni miradas bajas. No hay
negatividad, no hay miedo. Ellos están totalmente focalizados en el ritmo y la precisión
de la marcha. Hasta su respiración está sincronizada en sus movimientos.
La
marcha, por efecto de la identificación, prepara a los soldados para ser decisivos,
mantenerse fuertes y confidentes aunque se sientan verdaderamente cansados.
Entrenan la disciplina, la concentración, la decisión que se necesita para
dominar el miedo.
Todos los grandes campeones tienen esa manera de caminar, en el tenis entre puntos,
en el golf entre tiros, en los juegos colectivos en la manera de correr, de
plantarse frente al rival. Los grandes competidores tienen la misma mirada, la
misma demostración de dureza, fortaleza física; la misma forma de caminar y de
actuar en la cancha, hombros y cabeza arriba
La batalla
no se gana solo en las trincheras, o desde el aire con refinados y sofisticados
sistemas de armas automatizadas, o poderosas naves de guerra. Igual que en el deporte
hay que ganarla también en las mentes de las personas, quien es la que
determinara el resultado entre ganar o perder, entre morir o vivir.
:Lic Julia
Alvarez Iguña
0 comentarios:
Publicar un comentario