Una
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Una de las funciones educativas del deporte, es
lograr que el niño aprenda el gobierno de sus pulsiones o instintos naturales, el conocimiento de sus límites,
lo que se puede y lo que no, lo que está permitido, y lo que está fuera de
sus reglas. El deporte forma
parte de la educación y de la cultura, y una de sus funciones, es
lograr que el deportista controle sus conductas por medio del
aprendizaje, y la puesta en juego de las normas del reglamento.
"El respeto es para aquellos que se lo merecen, y no para aquellos que lo demandan"
Esos límites,
son los que brindan una identidad y define
al jugador como persona haciéndose respetar, y al mismo tiempo,
respetando al compañero, y al rival que está a su lado. El gran peligro,
reside en ver en los límites sólo el aspecto empobrecedor de lo que nos
quitan, y nos prohíben.
El deporte es descarga de agresividad, de puro impulso bajo la pulsión de dominio. El jugar
con libertad absoluta, ya no sería un deporte, sino una guerra de todos
contra todos. Es así que se instala la
ley, la norma, el reglamento, imponiéndose por medio de la
representación del árbitro. Su ley, funciona como una imposición externa, que
el jugador debe cumplir si no quiere ser penalizado, expulsado, para luego ser reintegrado de nuevo en lo
social, por medio de la interiorización de la ley moral. No es el árbitro el que expulsa a un
jugador, sino que suele ser el propio jugador, el que se auto-expulsa
por el número de faltas cometidas, pero es bien conocido, que la culpa
siempre la tiene el otro.
No hay educación sin
una adecuada dosis de frustración, cuando un jugador no puede tolerar la falta,
el límite y la ley, es una
persona acostumbrada a conseguir lo que quiere, bajo el reinado del
puro placer, donde aquello de la realidad que molesta es negado. Así como se
aprende habilidades físico-técnicas,
también se debe aprender a tolerar
situaciones, donde no siempre se consigue lo que se quiere, a respetar
y a ayudar al otro, por más que ese otro, sea el rival. Poder enfrentar momentos de fracaso y de pérdida,
ya que supone la reducción del deseo, el desarrollo de la capacidad de espera, junto con la esperanza de
saber que lo esperado está allí afuera, para ser disfrutado, luego del sacrificio y el esfuerzo por lo
luchado.
Lic Julia Alvarez
Iguña
j.iguna@hotmail.com
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