Julia Alvarez Iguña

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Lic Julia Alvarez Iguña

Vida Cotidiana

Psicología on Line

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Psicología aplicada al Golf

Canalizando la agresividad


En todo deporte es necesaria cierta cuota de agresividad, de garra, de impulso, de energía en la obtención del triunfo.
Pensamos que hay una fuerza interior en el ser humano, una válvula de escape necesaria que permite descargar toda la agresividad que la cultura o el deporte permite dentro de sus límites, el fair-play, sus reglas y lo permitido por él.
El rugby es una actividad con fuerte compromiso corporal. Por medio de movimientos se descargan tensiones del aparato psíquico en la búsqueda de una satisfacción, de una acción que genera placer y que confirma la autopercepción de logros individuales y grupales.

El deporte es un heredero civilizado de la batalla. Hay una gran semejanza entre deporte y combate. Acciones como tirar, golpear, luchar, vencer, arrojar, patear, son pensamientos habituales en el vocabulario de cualquier deporte de contacto. En Alto Rendimiento podemos hablar de una agresividad sublimada, una agresividad sana que no involucra la eliminación del otro, donde la energía es desviada hacia una meta que es buena en sí misma. Un ejemplo de la vida cotidiana. Nos lastimamos en la cancha y necesitamos cierta intervención quirúrgica.

El médico cortará, nos hará sangrar, doler, sufrir, pero el fin es bueno: su objetivo es nuestra recuperación. Por el contrario, si somos atacados por un delincuente, éste hará uso de una mala agresividad, nos cortará, nos hará sangrar, doler y sufrir. En este caso, el daño, es el fin primario, no hay una meta que conduzca al bien común. Mientras el cirujano “corta” para construir o reconstruir, el ladrón “corta” para “destruir”, donde además se corta el vínculo, la comunicación, donde no hay ninguna capacidad de reparación.

El jugador necesita ser agresivo, luchador, ofensivo, creativo. Esas son las cualidades que se ven en la ejecución de las buenas jugadas. El jugador pasivo e indeciso, el “pecho frío”, no participa en un gran despliegue de juego, en el instante preciso dudara y esto es lo que tenemos que evitar y corregir. La agresividad en el deporte esta relacionada a la rivalidad, a la activación necesaria en los comportamientos de una competencia donde se debe luchar con toda la fuerza y garra en la consecución de los logros.

Un equipo logra su objetivo cuando consigue moverse dentro de sus reglas, donde puede soportar la agresión del rival, entendiendo que juega con “otro” y no “contra otro”, donde puede aceptar las pequeñas diferencias, sin perder su identidad ni su capacidad de juego. El otro no es el enemigo a destruir como en la guerra, sino el adversario que compite conmigo un juego que deseo ganar. Yo no existiría como jugador sin el otro. Compartir esto seria la finalidad del famoso Tercer Tiempo.

En ciertas situaciones de mucha presión y agresión al “Yo”, la agresividad puede desviarse de su meta, canalizarse por otros caminos y descargarse masivamente por la vía motora o verbal, logrando tarjeta amarilla o expulsión, dejando al equipo desconcentrado y en desigualdad de condiciones con un jugador menos y, un jugador menos es un equipo amputado. Es un equipo a quien han cortado.

Son situaciones que anuncian una probable derrota y ofrecen datos al rival para que actúe en consecuencia. No se debe demostrar esa actitud y estado anímico ante el contrario. Un buen equipo siempre debe poseer un buen lenguaje corporal por medio del cual comunica su actitud, su concentración, su tranquilidad, su seguridad.

Un “Yo” fuerte, no destruye el juego ni se queda pegado ante el insulto o la agresión del contrario, consigue soportar la presión porque sabe quien es, que es lo que quiere y por medio de su fortaleza mental, es capaz de llevar y aguantar al rival hasta límites impensados, sin olvidarse de su objetivo.

Es cuando debemos parar, reflexionar, ponerle un nombre a la emoción, y desviar esa energía hacia un cauce positivo. El aprendizaje emocional significa ser dueño de nuestro propio comportamiento, demostrando poderío físico y mental. La cultura de un equipo está dada por una filosofía basada en valores, en actitudes e inteligencia.

Es poder ver más allá que el rival, ya que cada uno está centrado en el propio juego, donde hay respeto por el otro. Donde la inteligencia y la voluntad predominan sobre las emociones inferiores del equipo. Esto es cuando jugamos con una agresividad sana donde no gana el que más pega, sino el que más juega.
juliasports@fibertel.com.ar

1 comentarios:

historia dijo...

Solo lo que nos permite estar de pie en cualquier deporte es toda la agresión enfocado a la adrenalina, la adrenalina hace que lo imposible se vuelva posible.

21/8/13 13:43