Es sorprendente la gran cantidad de lesiones que se producen antes del inicio de una temporada, o ante un evento importante. En este momento sobran los ejemplos, ya que la lista de lesionados de los clubes de rugby, empieza a agrandarse antes de haber comenzado la temporada.
Las lesiones psíquicas, son un fenómeno multifacético que se configura por medio de distintos elementos que actúan entre sí. No podemos negar que el rugby es un deporte de contacto físico ni dejar de tener en cuenta la parte anímica, personalidad y capacidad de afrontar el stress de cada jugador. Es entendible que no se puede psicologizar sobre el tema, ya que toda lesión es esperable, pero sí poder aportar conceptos de la Psicología del Deporte referidos a la prevención de lesiones, como así mismo en cómo ayudar a una más rápida y mejor recuperación.
Toda nueva situación, todo cambio genera stress. Ya en la pretemporada, los jugadores se encuentran muy motivados o sobremotivados, con un alto grado de activación que excede el nivel de rendimiento óptimo esperado del 100%.
Cuando la presión y la ansiedad aumentan, la flexibilidad física y psicológica disminuye, originando un incremento en la frecuencia cardíaca, respiratoria y en la tensión muscular. El estrechamiento del campo atencional, origina una pérdida de información relevante provocando errores en la toma de decisiones, el control, coordinación y timming de juego. El jugador no puede conectarse con las sensaciones kinestésicas de dolor y alarma de su cuerpo. La toma de criterio y la gravedad del síntoma aparece después.
Ya en los partidos amistosos, se produce una sobreexigencia que detona en alguna lesión. El conseguir el éxito es más fuerte que el dolor o la lesión física. Algunos se sobreexigen, otros, se arriesgan y se lanzan a jugadas de altas posibilidades de riesgo, donde la ansiedad genera variaciones en el tono muscular que no corresponden con la motricidad que el jugador necesita para realizar cierto movimiento.
En pretemporada, muchos jugadores se reintegran a su club ya sobreentrenados, luego de haber recorrido distintos gimnasios en búsqueda del cuerpo ideal, olvidándose que el jugador pertenece a un equipo coordinado por una sola voz de mando que es la del entrenador físico del club al cual pertenecen. Muchos se integran al plantel con mucho “músculo”, agarrotamientos y acortamientos musculares. Son los más proclives a la lesión, ya que han entrenado, pero no de acuerdo a lo necesario para el puesto que deben jugar, tratando de encontrar la solución mágica por el camino más corto.
El jugador que ha aprendido a reconocer un estado ideal óptimo de ejecución física y psíquica, logrará sensaciones y pensamientos acordes al perfecto funcionamiento motríz. Su capacidad de afrontación ante el stress es baja, su actitud creativa positiva y placentera, sobresaliendo por una gran autoconfianza y control de las situaciones de afronte. En definitiva, conocen el límite en cómo responder a lo que la competición demanda.
En otros casos, el miedo al fracaso, a perder la titularidad, al mal desempeño, miedo a la evaluación de los demás, temor a lesionarse, son factores que generan sensaciones de angustia y ansiedad. Las consecuencias de “perder”, acarrea una preocupación que afecta a su autoestima e identidad, no arriesgan o arriesgan demasiado, perdiendo el contacto con la realidad de cancha. Este estado emocional de alerta genera falta de concentración y confianza, que desencadena en un seguro fracaso y posible lesión. El deportista debe demostrar que está bien, sigue jugando; pero indefectiblemente se produce el síntoma: se lesiona o lesiona a otros.
Una lesión es una pérdida, un duelo que se siente en el cuerpo, donde la mente también se lastima. Es perder prestigio, un potencial lugar ocupado por otro, el miedo a perder el puesto. La tristeza y el luto, embargan al jugador por una posible merma en sus capacidades.
Ante una lesión, suceden distintas fases en la vida anímica: negación, ira, depresión, irritación ante ellos mismos y los demás, para luego alcanzar la aceptación y resignación, junto con un estado de esperanza ante el ansiado retorno. Estos sentimientos y pensamientos desagradables que experimentan los deportistas, son normales y esenciales para el proceso de rehabilitación, y es necesario indicárselo así, con el fin de asumirlos y procesarlos.
Es importante estar psicológicamente preparado desde la primera intervención de crisis, para volver a la competencia junto con el total respaldo y seguridad que el médico indique.
Un buen vínculo con el médico y psicólogo, centrará la rehabilitación tratando a la persona de una manera completa, más que centrándose solamente en un órgano lastimado, recordando la significativa frontera entre la autoestima y la imagen del cuerpo, lo que repercute en la confianza y seguridad del jugador.
El trabajo interdisciplinario es fundamental para una buena rehabilitación. Un buen trabajo en equipo, ayuda a recuperar la identidad total del deportista y de su cuerpo por medio del reforzamiento de la percepción cognitiva de su imagen corporal y mental.
En ocasiones se recupera la parte física, pero la mente, perdura llena de miedos a volver a repetir lesiones, incluyendo al jugador dentro del grupo de “lesionados crónicos”. Hacer la jugada correcta cuando ésta implicada la zona lesionada no es fácil. La fantasía de volver a lesionarse genera inconscientemente, por medio de las pulsiones de autoconservación, una resistencia muscular en la zona afectada, que impide una buena y libre flexibilidad de choque o caída.
La lesión no implica estar parado de vacaciones. Debe seguir yendo a entrenamientos, hacer gimnasia, rehabilitación específica para no desconectarse y mantenerse dentro del ambiente deportivo. Poder desarrollar una comunicación eficáz sobre objetivos de recuperación junto a su entrenador y médico y otro de entrenamiento mental, que ayude a la recuperación física y emocional por el momento difícil que atraviesa. Trabajar sobe sus fantasías y temores infundados.
Entender que el dolor físico, tendrá su beneficio en el final, donde todo tratamiento será soportable ya que está sostenido por una buena aceptación y apoyo grupal donde no se siente solo un número, un lesionado más.
Además del trabajo del médico y fisioterapeuta, desde la psicología se le enseña técnicas de visualización, relajación, entrenamiento mental, como así mismo técnicas cognitivas y comportamentales para ayudar el proceso de recuperación. Estas herramientas permiten continuar entrenando mentalmente, ayudan en el manejo del dolor, en la relajación de la zona afectada.
El jugador debe saber que sigue siendo un deportista, un atleta, no un lesionado, y por ello no debe cambiar su estilo de vida. Una lesión es una herida psicológica narcisistica de pérdida, de temor a la dependencia, a lo ortopédico, al sentimiento de sí y de su incompetencia.
Las charlas con el jugador se centran en el optimismo, recuperación, apoyando y brindando seguridad y sostén. No es reponer solo a la parte lesionada, sino a la totalidad holística del jugador. Es un acontecimiento desafortunado, que impregna de tristeza ante lo trabajado y perdido, pero que tiene una segura salida, trabajando sobre la aceptación del acontecimiento, la capacidad de espera y futuro reintegro al plantel.
No tener pensamientos derrotistas y tener en cuenta la suerte de poder contar con un equipo de médicos, kinesiólogos y psicólogos cualificados en donde poder establecer un vínculo de seguridad y apoyo emocional.
El deportista estará listo para afrontar nuevamente la practica deportiva cuando esté preparado tanto física como mentalmente, cuando sienta confianza en sí mismo, cuando se la “crea” en vez de suponerla o dudarla. De esa manera podrá acudir y rendir al máximo todo su potencial de juego listo para los nuevos desafíos que el deporte implica.
Lic. Julia Alvarez Iguña
Psicóloga especialista en Deporte de Alto Rendimiento
juliasports@fibertel.com.ar
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