Un enfoque psicológico sobre las dinámicas que se producen en la hinchada
In Deporte y sociedadLa hinchada de un equipo también forma parte del deporte y como fenómeno social éstos se han convertido en una parte de nuestra vida cotidiana. La hinchada o el apoyo de los fanáticos es un factor importante a la hora de seguir y motivar a un equipo. Ellos son los que mediante una conexión psicológica le comunican al equipo que lo que están haciendo es muy importante para sus seguidores.
Cuando el ser humano actúa en masa, se elimina la conducta aislada, formando parte de la identidad y pertenencia a su equipo o club. La hinchada es un Yo, es un sentimiento, está formada por lazos afectivos identificados con ideales proyectados en sus equipos. Es así que la hinchada le pide a sus héroes, a sus equipos, fortaleza, ilusión, prestigio y el poder “pertenecer” en la inclusión y el festejo del éxito. Esto se acrecienta ante un evento importante como el mundial o la final de un campeonato donde toda la gente desborda adrenalina.
La identificación con un equipo genera una especie de red de apoyo social que proporciona sostén ante factores de ansiedad, soledad o depresión. En este caso sobran los ejemplos; hincha de San Lorenzo ahorcado ante la eliminación en el 2008; en febrero 2010, uno de Racing, en mayo uno de Rosario Central.
Al entrar en una masa o multitud, caen las represiones ya que todo está permitido. La conducta es pura exteriorización desapareciendo la responsabilidad y la conciencia moral, ya que no hay un responsable en sí. La gente parece perder su identidad y disminuye su preocupación por cómo los demás pueden evaluar sus acciones actuando por medio de la sugestión y en espejo con el otro. Luego de cierto tiempo del partido, se esfuman algunos rasgos de personalidad individual para entrar en un estado de contagio y fascinación. Como en el caso de la famosa “ola” de los estadios, se transforman los actos en ideas sugeridas por los otros donde se experimenta y se delegan las emociones colectivas.
Una persona aislada puede pensar y actuar según su formación y cultura personal, pero en una masa, o en un grupo, brota su estado salvaje permitiendo manifestar toda su espontaneidad, donde no existe la duda ni el razonamiento previo.
Los sentimientos grupales son simples o exaltados. Estos pueden ser crueles y destructivos como asimismo de entusiasmo y de heroísmo. Se genera una lucha de poder donde no hay nada mejor que mi equipo, donde, en estados límite, no se acepta al rival como distinto borrándose la tolerancia hacia el otro. Es cuando se descargan sus pulsiones vitales en forma de agresión guiándose más por sentimientos que por razones.
Esta es una forma de ejercer el poder a nivel simbólico. El famoso ¡¡¡¡¡oleeee!!!!!, significa superioridad y burla pero, ante la pérdida, surge la depresión y el silencio. Cuando el equipo pierde aparece la soledad, la culpa, los reproches, pero cuando todo anda bien la gente lo rodea y quiere subirse al carro del vencedor. En la derrota los fanáticos sólo ven lo superficial, se centran en los resultados, sin tener en cuenta todo el esfuerzo y sacrificio que puso cada jugador en la cancha. No se acepta la derrota, surgiendo un “pero”, un lugar donde poder poner toda la culpa y todo aquello que no se tolera en explicaciones sin sentido ni comprensión.
Perder es quedarse sin la ilusión de superioridad, enfrentarse a la burla de los rivales, quedando sometido a una hinchada contraria gozadora, donde la rivalidad de la competencia en forma de revancha retorna mediante miradas y cánticos de goce por la derrota. Los cantos de la hinchada demuestran la cantidad de sentimientos entrelazados. Los estribillos llaman al festejo anticipatorio o a la violencia. Éstos son muy elaborados pero no desde lo formal sino desde el contenido de sus frases. Cuando van dirigidos al bando contrario, casi siempre poseen un destinatario que es el enemigo histórico que tiene cada equipo. Las temáticas no tienen que ver con el deporte sino que se asocian a cuestiones épicas ideológicas y de pertenencia.
Pichón Riviére decía que la estrategia es uno de los componentes del deporte y de la guerra donde se busca vencer a un rival. Muchas veces este deseo es tan grande que transforman a los jugadores con muy poca tolerancia a fracasar o al perder. Es cuando ese sentimiento se proyecta sobre el réferi, el personaje más solitario y sin hinchada propia, que se transforma en el chivo expiatorio y frecuente sospechoso ante tanto dolor y tanta pérdida.
El público forma parte del equipo con la diferencia de que juega y vibra cada jugada con la "camiseta puesta”; pero desde adentro vibrando al unísono en un estado mental colectivo.
Cuando la hinchada se siente sola se ve traicionada y se invierten sus sentimientos. Es cuando surge la angustia en masa ya que se exalta la amenaza de perder su identidad y esto es peligrosísimo.
Los seguidores de la selección Argentina, más allá de sus barras bravas, expresa el orgullo de pertenecer brindando todo el apoyo y sustento a sus jugadores. Sus incondicionales entran en un frenesí por nada más importante que el color de la camiseta. Es el orgullo celeste y blanco de caras pintadas, banderas y emblemas. Es sentir uno mismo esa camiseta transpirada, el llorar en conjunto cuando se entona el himno, el ocupar un territorio compartido con los nuestros, el dar todo sin guardarse nada, donde todos somos protagonistas: los que juegan y los que acompañan: el equipo y su hinchada.
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