Nadie puede esconderse en un campo de juego. Allí están presentes todas las fortalezas, debilidades, miedos, angustias e impotencias de un deportista. Es por eso que el deporte es considerado una actividad de logro ya que lleva implícito un resultado, una evaluación de otros que juzgan a los competidores sobre la idea de ganar o perder.
En casi todas las situaciones de la vida estamos involucrados en entornos de logro: el trabajo, la escuela, la facultad. Según el psicólogo McClelland, apoyándose en la teoría de Max Weber, afirma que los factores que motivan al desarrollo del hombre son grupales, situacionales y culturales. El logro es una disposición estable de la personalidad adquirida desde la infancia, y que gira sobre una variable inamovible: la tendencia a buscar el éxito en las tareas que implican la evaluación de un resultado. Asimismo, la palabra resultado genera presión ante el miedo a no lograr los estándares esperados, y este factor, el miedo a perder, al no logro es un elemento estresante que impide la realización de todo buen jugador.
Cuando un rasgo positivo de logro se convierte en algo muy fuerte y dominante en la vida de una persona, está en camino de convertirse en una seria desventaja, ya que en lugar de centrarse en conseguir el éxito se centra en evitar el fracaso. ¿Cómo encontramos su diferencia? Esto depende de nuestras motivaciones. Si hacemos algo impulsados por la energía interior por el sólo placer que nos proporciona una actividad, por nuestro esfuerzo en alcanzar objetivos; o, si nos motivamos por factores externos donde dependemos de la evaluación de los demás.
El miedo al no logro está siempre presente. No nacimos con el miedo a algo, ese algo se fue instalando desde hace mucho tiempo y con ese “miedo a algo” nos acostumbramos a vivir. Fuimos educados en el miedo, en lo que nos podía llegar a pasar si nos portábamos mal o cometíamos algún error. Estamos acostumbrados a que se remarque más lo malo que lo bueno. Cuántas veces hemos escuchado a padres preguntar a sus hijos luego de un partido ¿Ganaste? en lugar de ¿Te divertiste?
Pero las personas que han triunfado en la vida o en el deporte, no permanecen en medio de una nube mental perdidas en dilemas de decisión entre lo mío y lo de los demás. Dentro de la psicología, afirmamos que no hay nada que produzca más miedo, que el miedo mismo y que no hay un miedo mas terrorífico que aquel que no se puede explicar. A los miedos hay que escucharlos, entenderlos, ¿qué se oculta tras de ellos? Debemos entender que cuando uno comete un error, la causa no está en la realidad sino dentro de uno mismo encubriendo un golpe a la autoestima, como una amenaza a nuestros valores. El pensar en los posibles resultados inhibe al ser humano, se tensan los músculos, se acorta la respiración, se sobrecarga el sistema nervioso ante las demandas del ambiente. En esos minutos fatales de un partido, el miedo a perder dispara la alerta, el cuerpo se tensa ya que el resultado está muy cerca, acrecentando el cansancio y dando lugar a la descoordinación y la torpeza.
En situaciones de presión, hay que saber jugar, hay que saber vivir. En realidad es nuestra elección, de nadie más. Casi todo lo que nos sucede, sea bueno o malo, es el resultado de las decisiones que tomamos, de la confianza que poseemos en nosotros mismos.Las oportunidades están para ser realizadas, no evitadas. Nuestro cerebro es el aparato más fascinante de la tierra, pero no sabemos cómo utilizarlo. Hay que aprender a manejarlo en una sucesión de tentativas y errores. Los que aprenden bien el manual siguen, a los que les parece muy difícil, abandonan o lo delegan en el que sabe.
Nuestro subconsciente, siempre toma el atajo más seguro porque no quiere volver a recordar situaciones dolorosas. Pero de eso se trata, de no volver a repetirlas. Para ello en esas circunstancias, en lugar de decir “No quiero fallar”, debemos decir “Lo quiero hacer”.
Nuestro subconsciente no codifica el “no”. Va directo a la representación de la situación. Si te digo: no pienses en fuera de límite, no pienses en una manzana roja, no pienses en fallar. Seguramente pensaste en el rojo, en fuera de limite. Lo mismo ocurre con “no fallar”. Sin darnos cuenta la mente se centra en fallar y no en lo que tiene que hacer. En este caso, tu mayor espacio psíquico está ocupado en una idea evitativa y no en la principal que es el logro. Concentráte en lo que querés hacer y no en lo que querés evitar.
Cree en vos. El éxito va a quien tiene éxito. El miedo va a quien tiene miedo.
Julia Alvarez Iguña
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