Julia Alvarez Iguña

Julia Alvarez Iguña
Lic Julia Alvarez Iguña

Vida Cotidiana

Psicología on Line

Psicología on Line
www.juliaiguna.blogspot.com.ar/

Psicología aplicada al Golf

Los efectos psicologicos de una lesión


Una de las causas más repetitivas que producen un bajo rendimiento, bloqueo y/o depresión, está relacionada a las lesiones físicas, mentales o las llamadas “trauma”.

La lesión puede ser real, física, como una muñeca rota, un esguince de tobillo,unafuerte colisión produciendo una mala caída. Pero el trauma de la lesión puede instalarse de una manera más sintomática y mental que la física.

Bien sabemos que en la etapa de recuperación se teme hacer malos movimientos o caerse en el gimnasio, como asimismo sentir cierta clase de depresión ante la pérdida simbólica de la posición obtenida en el equipo, o la exclusión temporal del equipo en su post-lesión.

Estas experiencias físicas y emocionales parecen abarcar a ciertos jugadores en su totalidad -neurológica y fisiológicamente- apareciendo luego problemas de rendimiento ante su incorporación. Es cuando se instala un síntoma latente con el consecuente miedo o “trauma” a una posible repetición de la lesión.
Estos miedos muchas veces son reforzados inconscientemente por padres y entrenadores quienes recalcan en sobre exceso el tener cuidado a volver a golpearse, a protegerse, a evitar cualquier situación de posible riesgo. Estos cuidados externos, solamente logran una más lenta recuperación y una caída en el rendimiento. Vanos serán los esfuerzos del jugador por salir de ese laberinto de temor y frustración, lo que transforma toda situación peor, de lo que realmente es.

El dolor físico no es comparable con el desorden emocional por el que pasa el jugador. Miedo a perder el lugar, estar fuera de juego a su regreso,  perder su tonicidad muscular y práctica de juego, la pérdida de pertenencia dentro del equipo, del campeonato, todo el esfuerzo y el sacrificio de duros entrenamientos en vano.

Cuando el jugador vuelve a la competencia no puede esperar para retomar nuevamente la sensación de adrenalina de la competición. Sin embargo, ya dentro del partido, algo en su interior lo incomoda no dejándolo actuar libremente. No juega de la manera conocida, la cara del entrenador lo confirma. En su mente hay un bloqueo de duda que lo enfrenta a otro desafío: el no volver a lesionarse. Sabe que no es un miedo racional, el plantel médico le confirmó que se encuentra en buen estado para jugar, que no hay peligro, que su recuperación es total. Pero, por más que el jugador quiera tranquilizarse, su malestar se acrecienta.

Su rendimiento cae en picada, el equipo técnico advierte el cambio de su actitud, y debe buscar una solución, que muchas veces está fuera de la cancha.

El síntoma se inserta en la mente del jugador, y actúa como posible amenaza. Muchas veces no se da cuenta, de que su bajo rendimiento, se disfraza bajo el miedo a la lesión. Trata de encontrar diferentes respuestas a su bajo nivel de juego, y en la mayoría de los casos, dejan de jugar no encontrando más alegría en el juego. Entrenadores y padres ven claramente que algo no anda bien pero no saben cómo ayudar.


¿Qué ha sucedido para generar cierta conducta? El trauma está vivo y latiendo en su mente sin tiempo, con toda la carga emocional de aquel primer momento de la lesión. Sus efectos mentales producen una herida, una huella psíquica, una carga que no se quiere volver a repetir, debido a no volver a enfrentar ese cúmulo de emoción sufrida.

Cuanto más nervioso se pone, sus músculos más se tensan. El jugador no arriesga, juega pasivamente o se corre de la jugada. Sus cortos movimientos, lentos reflejos y reacción tardía, disminuye la velocidad física y mental. El miedo a lesionarse, y a jugar mal, se unen impidiendo rendir al máximo.

Todas las lesiones, traumas, producen una fisiológica e instintiva reacción. Luego de situaciones vividas muy intensamente ante el dolor físico o psíquico, las reacciones de miedo son disparadas automáticamente ante recuerdos de experiencias pasadas a las que el jugador retorna. Cuando estas sensaciones de temor aparecen, se activa el sistema nervioso, disparando en sangre neurotransmisores químicos -norepinefrina- los que conducen a un estado de hiper-alerta y ansiedad contribuyendo a rememorar el episodio. El atleta cae en un continuo y negativo espiral. Este mecanismo es usado como defensa de protección ante lo que podría nuevamente suceder. Una parte muscular quiere responder de manera certera a la jugada, mientras otro grupo muscular se opone como resistencia desatándose una feroz batalla interior entre lo que quiero y lo que temo.

Sabemos que el organismo tiene una natural tendencia a estar saludablemente bien. Cuando nos encontramos enfermos o lesionados las defensas de nuestro organismo decaen. Cuando nos herimos, nos cortamos, hay un incremento de sangre en la zona lesionada acompañada por un gran ejército de glóbulos blancos, para ayudar a combatir cualquier clase de infección. La herida comienza a cerrar de acuerdo a su propio mecanismo de curación.

El mismo proceso ocurre en las experiencias psicológicas. Siempre tratamos de asimilar, aquellas situaciones de placer y eliminar lo desagradable. Muy bien viene el dicho “lo que no se tolera, se escupe”, siempre se pone afuera aquello que molesta. Este natural proceso de asimilación, el que explica el modo por el cual las personas ingresan nuevos elementos a sus esquemas mentales, nos ayuda a recordar experiencias del pasado como simples recuerdos. Pero cuando el proceso perdura, y la carga no puede ser asimilada y procesada, el síntoma se instala, la experiencia traumática permanece en su neurología y fisiología con los mismos y poderosos sentimientos y emociones de la situación vivida.

Es una situación similar a la de un veterano de guerra que, ante un sonido o una visión, vuelve a revivir la misma situación de batalla, con todas sus imágenes sentimientos, y emociones, quedando inhibido o paralizado en la acción.

Los miedos bloquean la mente. El jugador debe sentirse seguro. Cuanta más angustia transmitan padres y entrenadores, sólo servirá para incrementar más el miedo, ya que son premisas de personas significativas en la vida del jugador, que únicamente lograran hacer revivir el acontecimiento. Nadie quiere intencionalmente sentirse paralizado, shockeado, jugar mal. Luego de una lesión no se lo debe demandar ni esforzar. Decirle “vamos, vos sabias hacerlo”, eso de nada sirve. El jugador siempre querrá jugar bien. No es una simple decisión de jugar sin miedo cuando sus raíces son mucho más profundas. El deportista necesita ayuda para eliminar el trauma de su mente y su cuerpo. Como adultos debemos darles todo el apoyo y comprensión y la ayuda de un profesional.

Lo pasado, pasado está. Éste debe ser un nuevo ahora donde la lesión sirvió como aprendizaje para futuras situaciones y como parte del entrenamiento mental del jugador.

1 comentarios:

Ana María Alvarez dijo...

que buen articulo!!! el tema de las lesiones es un tema que se vive dia a dia, y se cree que solo se necesita la recuperaciòn fisica para volver a la cancha a jugar, pero todo va màs alla.. el cuerpo hace lo que la mente dice!!!

1/11/10 23:06