Mas allá de
ser jugador, el deportista es una persona, que necesita ser valorado, sentirse
tenido en cuenta por esa figura significativa que es su entrenador. De allí
nacerá la confianza básica, que influirá en una mayor cooperación y
responsabilidad. A veces, la presión es enorme, y el jugador debe estar
preparado para afrontarla. Al sentirse sostenido, al saberse no evaluado, por “esa
persona” fuera de la cancha que confía en él, jugará más libremente. Ese sentimiento de sentirse seguro y aceptado, permitirá que
concentre todos sus esfuerzos en la tarea a realizar.
El exceso de
recomendaciones antes de salir a un partido, son contraproducentes. El
deportista, ya de por sí, se siente presionado por las emociones
pre-competencia, y no escucha mucho de lo que se dice, ya que su cabeza está en
otro lado. Cuando el jugador, o el
equipo, se siente demasiado angustiado, bastará con las palabras “Bien, no hay nada en que temer. Creo que ustedes pueden lograrlo. Confío en
ustedes". De esa
manera se estará aportando la dosis de valor necesaria para asumir el riesgo
que conlleva todo deporte.
¿Cuáles son
las necesidades de tus jugadores?
¿Qué es lo
que necesitan de vos?
Cuando
hablas, ¿lo realizas de manera tranquila, o tenés el hábito de gritar, y desvalorar
a tus jugadores cuando no se ha alcanzado el objetivo?
Si te enojas
cuando no salen las cosas, el primero en demostrar poca tolerancia a la
equivocación sos vos. Entonces ¿Cómo querés que tus jugadores reaccionen ante
una falta? Da tu ejemplo con la palabra. Sostenélos en el aprendizaje y no en
las críticas y la desvalorización.
Si sos de los
que gritan, sin darte cuenta estás
demostrando tu inseguridad. Cuando una persona grita, en lugar de hablar, es
porque se siente herido en su estima, y el grito es una manera de protegerse,
imponiendo autoridad, que es lo que le falta. Si vos gritas, ellos van a gritar
en la cancha y se van a desconcentrar. Demostrá que te sentís bien con ellos,
que los aceptás.
No seas
impulsivo. Antes de actuar, reflexioná y pensá lo que vas a hacer y decir. El
impulsivo es el que no posee la capacidad de ver las cosas en su totalidad, y
salta por un detalle, sin medir la consecuencia. No piensa, actúa, se acelera,
imposibilitando distinguir lo racional y lógico del presente real
Julia Alvarez
Iguña